La guerra en Ucrania ha dado paso a una nueva era de combate, donde la inteligencia artificial, la robótica y la reutilización creativa de tecnología obsoleta conviven en el campo de batalla. Ambos bandos han recurrido a soluciones no convencionales para adaptarse al ritmo cambiante de un conflicto marcado por la autonomía y la innovación descentralizada.
Drones vs. escopetas: el Yak-52B2 ruso
Frente al creciente uso de drones ucranianos, Rusia ha adaptado el Yak-52, un avión de entrenamiento soviético, para funciones de defensa aérea. Rebautizado como Yak-52B2, ahora está equipado con sensores multiespectrales y una escopeta semiautomática. Su bajo coste y capacidad para operar en pistas improvisadas lo convierten en una opción eficaz para interceptar drones en zonas alejadas del frente, aunque su armamento plantea desafíos de alcance y precisión.
Krampus: el robot lanzallamas ucraniano
Ucrania, por su parte, ha autorizado el despliegue del Krampus, un vehículo terrestre no tripulado (UGV) diseñado para lanzar municiones termobáricas. Impulsado por motores eléctricos silenciosos y resistente a interferencias electrónicas, este robot puede operar en terrenos complejos y condiciones adversas. Su capacidad de carga, autonomía extendida y funciones de ataque lo posicionan como un activo clave para misiones de asalto, limpieza de minas o apoyo táctico.
Una guerra de adaptación tecnológica
Tanto el Krampus como el Yak-52B2 evidencian una tendencia creciente: la integración de sistemas autónomos y plataformas híbridas para mantener la operatividad sin depender exclusivamente del recurso humano. La guerra en Ucrania ya no se libra solo con blindados o infantería, sino también con robots, algoritmos y drones ensamblados con componentes civiles.
El conflicto se ha transformado en un entorno de prueba extremo donde el pasado y el futuro tecnológico convergen para dar forma a una nueva doctrina militar.