El ambicioso proyecto del Devel Sixteen, el coche que prometía revolucionar el mundo del automovilismo con 5.000 caballos de fuerza, ha demostrado que soñar en grande no siempre garantiza resultados. Aunque se logró desarrollar un motor capaz de alcanzar esa potencia extrema, el verdadero obstáculo fue mucho más complejo: construir un coche capaz de soportarlo.
La idea nació en Dubái en 2013, cuando una empresa local presentó en el Dubai Motor Show un prototipo que aspiraba a ser el hiperdeportivo más potente jamás fabricado. El objetivo: superar a gigantes como Bugatti y Koenigsegg con un motor V16 de 12,3 litros y cuatro turbos, capaz de alcanzar supuestamente los 560 km/h.
El desarrollo del motor fue confiado a Steve Morris Engines, un preparador estadounidense que confirmó haber alcanzado 5.076 CV reales, incluso asegurando que con ajustes podría haber llegado a 6.000. Para ello, combinó dos motores V8 de General Motors y creó una unidad de control (ECU) específica. La potencia era tal que tuvo que adquirir un banco de pruebas exclusivo para medirla con precisión.
Sin embargo, el mayor reto no fue la mecánica, sino cómo trasladar semejante potencia a las ruedas, diseñar un chasis lo suficientemente resistente, y garantizar la seguridad del vehículo. A esto se suman los desafíos técnicos de encontrar neumáticos capaces de soportar esas velocidades y fuerzas extremas, algo que ni los fabricantes más avanzados han logrado sin comprometer estabilidad o durabilidad.
A día de hoy, el Devel Sixteen sigue sin estar terminado y el proyecto se encuentra en pausa o posiblemente cancelado. Aunque el motor existe, el coche sigue siendo un sueño sin ruedas. El caso deja claro que, en el mundo de los hiperdeportivos, la potencia extrema solo es una parte del desafío.