Con apenas 54 mil euros de presupuesto y una recaudación que superó los 250 millones de dólares, El proyecto de la Bruja de Blair se convirtió en un fenómeno cultural que redefinió las reglas del cine de terror.
Estrenada en 1999, la película sorprendió al público no solo por su éxito económico, sino porque muchos espectadores llegaron a creer que lo que veían en pantalla era real.
Dirigida por Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, la obra nació con la intención de alejarse del terror comercial de los años noventa y apostar por algo más psicológico y perturbador.
Inspirados en documentales como The Legend of Boggy Creek (1972), los cineastas inventaron una leyenda urbana y construyeron una narrativa en torno a la desaparición de tres estudiantes, presentada bajo el formato de un falso documental.
El rodaje se realizó en apenas ocho días en los bosques de Maryland, bajo condiciones extremas para los actores, lo que intensificó la sensación de realismo.
La ausencia de monstruos o efectos especiales fue reemplazada por una atmósfera sofocante y una tensión constante, logrando que el miedo proviniera de lo que no se mostraba.
El impacto de la película fue tan grande que dio origen a un nuevo subgénero del terror: el “found footage” o metraje encontrado, del que posteriormente surgirían éxitos como Paranormal Activity y REC.
Más de dos décadas después, El proyecto de la Bruja de Blair sigue siendo recordada como una de las producciones más influyentes del cine de horror, un ejemplo de cómo la creatividad y el ingenio pueden superar las limitaciones de presupuesto y cambiar la historia de la industria.