Cada 13 de agosto se celebra el Día Mundial del K-Pop, un fenómeno musical originado en Corea del Sur que ha conquistado el mundo entero.
Aunque sus raíces se remontan a principios de la década de 1990 con grupos pioneros como Seo Taiji & Boys, fue en los últimos 25 años cuando esta industria se consolidó, impulsada por un modelo único de entrenamiento en canto, baile y rap.
Lee Soo Man, considerado el “padre del K-Pop”, desarrolló un sistema inspirado en las boybands estadounidenses como NSYNC, pero adaptado al estilo coreano.
Durante sus primeros años, el género creció en Corea y Japón, para después expandirse a gran parte de Asia. La primera década de los 2000 trajo la explosión de la “Ola Hallyu”, que llevó los K-Dramas y el pop coreano a países como México, con grupos icónicos como Super Junior, BIG BANG y Girls’ Generation.
Con la llegada de las redes sociales, plataformas de streaming y la globalización, el K-Pop rompió barreras culturales y lingüísticas, alcanzando un impacto mundial. En este contexto, BTS se convirtió en el grupo que transformó para siempre la percepción del género fuera de Asia.
La boyband surcoreana no solo ha superado récords históricos, sino que ha abierto puertas que antes parecían imposibles para artistas coreanos.
Entre sus hitos más relevantes se encuentran:
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Ser el primer y único artista coreano nominado y presentado en los premios Grammy.
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Dar discursos y presentaciones en escenarios como la ONU y la Casa Blanca.
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Alcanzar en múltiples ocasiones el puesto #1 en la lista Billboard.
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Obtener récords comparables —e incluso superiores— a los de leyendas como The Beatles y Michael Jackson.
Gracias a logros como estos, el K-Pop ha trascendido la música para ganar presencia en eventos globales como los Oscar, el Emmy, la MET Gala y la FIFA. Hoy, esta industria no solo representa a Corea del Sur, sino que se ha convertido en un símbolo de cultura pop mundial.