Durante décadas, los paleontólogos han debatido cuál fue el primer animal en habitar la Tierra.
Un nuevo estudio internacional sugiere que los pioneros del reino animal podrían haber sido criaturas humildes y primitivas: las esponjas de mar.
Lejos de los monstruos prehistóricos imaginados por la ciencia ficción, estas criaturas no tenían órganos, sistema nervioso ni esqueleto mineralizado.
Sin embargo, podrían ser el vínculo entre las formas de vida más simples y la explosión de biodiversidad del periodo Cámbrico.
El hallazgo no se basó en fósiles tradicionales, sino en “fósiles químicos”: restos moleculares atrapados en rocas durante cientos de millones de años.

Crédito: José Luis olivares / MIT.
Los investigadores analizaron un grupo de moléculas llamadas esteranos, derivadas de esteroles presentes en las membranas celulares de los eucariotas, que son exclusivas de algunas esponjas actuales, especialmente las demosponjas.
Estas moléculas fueron identificadas en rocas del periodo Ediacárico, anteriores a los 541 millones de años, y también se producen en esponjas vivas hoy en día.
Para confirmar su origen biológico, los científicos replicaron la síntesis de esteroles en laboratorio usando genes de esponjas, confirmando que solo procesos biológicos podían explicar los compuestos hallados.
El descubrimiento indica que los animales surgieron mucho antes de lo que se pensaba. Estas primeras esponjas vivían en los fondos marinos, filtrando agua sin órganos complejos, cerebro o sistema digestivo, pero con capacidad para metabolizar, reproducirse y responder al entorno. Su simplicidad y resistencia les ha permitido sobrevivir hasta nuestros días.
Publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, el estudio no solo respalda la idea de que las esponjas fueron los primeros animales, sino que propone una metodología para identificar biomarcadores de vida antigua, combinando geología, biología molecular y química orgánica.
La evidencia se sustenta en tres líneas convergentes: rocas, organismos actuales y química replicada en laboratorio.
Estos hallazgos reescriben la historia del origen animal, mostrando que la vida compleja pudo comenzar en mares tranquilos y ricos en nutrientes, mucho antes de la explosión Cámbrica.
El equipo planea aplicar la técnica en otras regiones del mundo, incluyendo continentes que alguna vez formaron un supercontinente, para buscar un posible marcador global del origen animal.
Además, esta metodología podría servir para detectar vida en otros planetas. Si algún día se encontrara un esterano en Marte, por ejemplo, sería un indicio de vida compleja fuera de la Tierra.
