Un equipo internacional de científicos, liderado por el Instituto de Biología Evolutiva (IBE) y el CREAF, en colaboración con la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), el CEAB-CSIC y la Universidad de Barcelona (UB), ha descubierto que la vida en el mar obliga a los animales a adoptar estrategias vitales más lentas que prolongan su vida.
El estudio ha sido publicado recientemente en la revista Nature Communications.
La investigación demuestra que mamíferos y aves que migraron desde hábitats terrestres o de agua dulce hacia ambientes marinos han desarrollado adaptaciones específicas para sobrevivir en un medio tan vasto y desafiante.
Estas adaptaciones incluyen un crecimiento más lento, una madurez reproductiva tardía y una baja tasa de natalidad. Por ejemplo, las ballenas jorobadas no alcanzan la madurez hasta los 10 o 15 años y solo tienen una cría cada varios años.
Los científicos explican que vivir en el océano implica enfrentar dificultades como encontrar alimento en un entorno inmenso o lidiar con condiciones extremas, especialmente en aguas frías y profundas.
Para hacer frente a estos retos, las especies han desarrollado estrategias que reducen el riesgo de muerte prematura, permitiéndoles invertir más energía en el mantenimiento del cuerpo y alargar su vida útil.
EFE/K.Iliya
El estudio se basa en datos de más del 90 % de las especies actuales de aves y mamíferos.
Mediante modelos evolutivos y análisis filogenéticos, los investigadores reconstruyeron cómo estas especies pasaron de entornos terrestres a marinos, y cómo estos cambios impulsaron una evolución hacia ciclos vitales más lentos y prolongados.
Daniel Sol, investigador principal del estudio, explica que esta transición hacia una vida más lenta no solo se debe al tamaño corporal o a una menor mortalidad natural, sino también al hecho de haber colonizado un entorno completamente distinto.
En el mar, las adaptaciones que aseguran la supervivencia a largo plazo compensan la baja reproducción, permitiendo a las especies prosperar durante millones de años.
Sin embargo, esta misma lentitud vital ahora las hace vulnerables a las amenazas provocadas por la actividad humana. La contaminación, las colisiones con embarcaciones, el enredo en redes de pesca, los derrames de petróleo o la caza comercial afectan especialmente a estos animales.
Debido a su baja tasa reproductiva, cualquier disminución en sus poblaciones requiere mucho tiempo para recuperarse, lo que agrava su fragilidad frente a los cambios ambientales y a las acciones humanas.