Un nuevo estudio revela que un meteorito que impactó el noroeste de Escocia hace 1.000 millones de años ocurrió 200 millones de años más tarde de lo que se pensaba, coincidiendo con la aparición de algunos de los fósiles microbianos terrestres más antiguos conocidos.
La investigación, publicada en la revista Geology, analizó minerales encontrados en la Unidad Stac Fada, una formación geológica afectada por el impacto, y sugiere que estos eventos cósmicos no solo fueron destructivos, sino que también pudieron favorecer el desarrollo temprano de la vida.
Los científicos detectaron la presencia de reidita y circón granular, dos minerales que solo se forman bajo presiones extremas, lo que permitió fechar con precisión el evento. Estos minerales actúan como relojes naturales y conservan huellas tanto del impacto como de la vida que existía antes y después de este.
Según los autores del estudio, este impacto coincidió con el momento en que organismos eucariotas —células con núcleo definido— comenzaban a habitar lagos y ríos en la región.
Aunque violentos, los meteoritos provocaron cambios beneficiosos: fracturaron la corteza terrestre, generaron sistemas hidrotermales y concentraron nutrientes esenciales como el fósforo, lo que pudo facilitar la recolonización por parte de formas de vida simples.
Los investigadores destacan que este caso refuerza la teoría de que los cráteres de impacto pueden actuar como "incubadoras naturales" al ofrecer condiciones químicas y físicas favorables para la vida.
Además, estos hallazgos ayudan a entender cómo los organismos primitivos respondieron a desastres globales, proporcionando pistas valiosas frente a desafíos actuales como el cambio climático.