Es el caso de varios estados donde abundan regiones otrora dedicadas al cultivo de granos básicos y cuyos moradores, ante los vaivenes del mercado, optaron por convivir con narcotraficantes e inclusive con guerrilleros, destinando grandes extensiones de tierra al cultivo de enervantes.
Infinidad de ensayos y artículos periodísticos han referido el fenómeno de la permanencia de focos guerrilleros en áreas donde existe la posibilidad de disponer de bases campesinas y, simultáneamente, mantener bases económicas de financiamiento cobrando un porcentaje sobre las ganancias, especialmente a los encargados de la comercialización de la materia prima (fundamentalmente mariguana y adormidera).
Los grupos subversivos no se involucran personalmente en la producción del alcaloide y procuran guardar cierta distancia para evitar su acción corrosiva sobre efectivos en armas y sobre la población campesina. Sin embargo, eso produce contradicciones en el interior de las organizaciones armadas debido al necesario trato con los comerciantes de mariguana y adormidera. La convivencia prolongada con tales elementos produce necesariamente efectos nocivos que podrían ser el origen de divisiones internas en la guerrilla. Empero, la problemática es una realidad para las fuerzas armadas mexicanas. El binomio narco-guerrilla existe.
“Milenio Semanal”, el 15 de noviembre de 2009, señaló que el 14 de enero del mismo año, durante una inusitada visita de medios de comunicación a la Base Aérea Militar Número Uno en Santa Lucía, Estado de México, el comandante de la Fuerza Aérea Mexicana, Leonardo González García, reveló cuáles eran las dos principales preocupaciones del Ejército en el contexto de inseguridad: la guerrilla y el narcotráfico, en ese orden. La declaración llamó la atención. Todos esperaban escuchar que la actividad de los cárteles de la droga constituiría la principal amenaza a la paz y la estabilidad del país desde la perspectiva del Ejército.
La preocupación de la Secretaría de la Defensa sigue vigente. La dependencia continúa dándole seguimiento al Ejército Popular Revolucionario (EPR) y a sus escisiones, Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), Ejército Revolucionario Insurgente Popular (ERIP), Tendencia Democrática Revolucionaria-Ejército del Pueblo (TDR-EP), Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo (FARP), y el Comando Jaramillista Morelense.
Uno de estos grupos ocupa en especial la atención del Ejército: el ERPI, del cual se hace un seguimiento desde hace medio año a una base de reclutamiento localizada en el poblado de Cruz Grande, en Guerrero. La base, ubicada por elementos de los Grupos de Inteligencia de Zona del Ejército mexicano, se encuentra en un poblado de la Costa Chica, en un triángulo formado por las poblaciones de Ayutla, San Marcos y Copala, a unos 120 kilómetros de Acapulco y a 100 de Pinotepa Nacional, en Oaxaca, zona de influencia del EPR.
Los reportes de inteligencia indican que junto con el EPR, el ERPI mantiene el rearme de algunas bases a partir de material bélico filtrado a territorio nacional desde la frontera con Guatemala. La base de reclutamiento del ERPI funciona los fines de semana en Cruz Grande. Lanzacohetes RPG-7 y RPG-22 han llegado a su poder a través del mercado negro de armas, abundante en la frontera sur del país.
En conclusión. La insurgencia es un fenómeno político cuyas raíces son sociales y económicas. La lucha armada es la expresión última, el síntoma del problema, pero no su causa. De manera que estas guerras no pueden ser ganadas por la exclusiva ni predominante fuerza de las armas. El principal campo de batalla es el político y de poco sirven las grandes redadas, los bombardeos masivos y las armas ultramodernas. La lucha es por las mentes y los corazones. La legitimidad surge a partir del grado de apoyo doméstico; la percepción del grado de corrupción del gobierno (dentro de un contexto cultural específico); la habilidad del gobierno para motivar al pueblo, y el grado hasta el cual la violencia política es una forma aceptada para almacenar metas políticas. Ni el presidente Álvaro Uribe consiguió en Colombia el exterminio del binomio FARC-narco, amén de que su relevo enfrentará a nuevas células del crimen organizado. Es un asunto de nunca acabar porque forma parte de la economía criminal internacional. A ver.