Empero, me llamó la atención algo de lo declarado anteayer en el mismo sentido por el jefe de la diputación panista: “Temas como el cobro del predial y la inseguridad se han politizado, pues intervinieron diversos actores políticos, inclusive algunos que no tenían interés en los asuntos”. Y añadió lo siguiente: “El espacio de encuentro servirá para atender temas sociales, como la violencia registrada en la entidad, obras públicas que incomodan a la sociedad y diversos problemas que interesan a la ciudadanía”. Hasta aquí lo expresado por Ramírez Romero, precandidato del blanquiazul a la alcaldía de Cuernavaca.
Cabe recordar que Espín y Ramírez Romero defienden, en primera instancia, los intereses de sus partidos. Es así como en determinadas coyunturas han atacado a quienes, desde su posición política e ideológica, son los enemigos a vencer. Cuando Luis Miguel refiere que en la mesa de análisis a consolidarse durante la semana venidera se abordará el tema de la inseguridad pública, hace recordar severos cuestionamientos de actores priistas en contra del gobernador Marco Adame Castillo. Y cuando menciona las obras públicas “que incomodan a la sociedad” y el cobro del predial, desde luego trae a la memoria infinidad de movimientos de presión auspiciados por el PAN en contra del alcalde de Cuernavaca, Manuel Martínez Garrigós. Así de que en el escenario los dos personajes están a mano.
Podrán decir misa los diferentes políticos, politicastros, politiqueros, politiquillos y politicones de Morelos, pero al final del día no descubren nada nuevo. Vana palabrería que, tocante al caso de Espín Navarrete y Ramírez Romero, me trasladan al 24 de marzo de 2005, cuando en estas mismas páginas escribí lo siguiente: “Las diferencias entre los políticos experimentados que luchan por reformas institucionales de fondo y los que únicamente se dedican a extender sólo su sobrevivencia, son tan grandes e inestables que tiene sentido preguntarse si nuestros ‘grandes personajes públicos’ pactarán en serio algún día y si honrarán sus pactos”.
“El cambio político que con empellones vivimos en México y Morelos, donde todo está en el aire, sin posiciones firmes e irreversibles, ocasiona que las expectativas de nuestros políticos sean inciertas, sus preferencias cambiantes, sus identidades confusas y sus intereses múltiples y móviles”.
“Los partidos políticos –de alcance nacional- conservan todavía sus siglas pero apenas su sustancia; todos se afanan en construir su nueva identidad, trabajan aún en sus nuevas ideas, preferencias y expectativas y no han consagrado a sus nuevos líderes”.
“En este contexto los sujetos, las materias y las expectativas de cualquier pacto son volátiles. Para empezar, es complicado saber con quién hay que pactar: ¿con Fidel Demédicis, Guillermo López Ruvalcaba, Jorge Messeguer, Graco Ramírez o con todos? ¿Con Marisela Sánchez, Guillermo del Valle, Juan Salgado Brito, Rodolfo Becerril, don Antonio o con todos? ¿Con Oscar Sergio Hernández, Javier López Sánchez, Jesús Giles, Marco Antonio Adame o con todos? ¿Con el gobernador Estrada o con Javier Bolaños?”. Hasta aquí la columna del 24 de marzo de 2005.
Tal como ocurrió allá y entonces, amables lectores, hoy sigue siendo complicado saber qué quieren realmente nuestros ínclitos políticos y sus grupos, si lo que desean les demanda pactar y qué cosa los motivaría a un arreglo. Y si no se sabe con quién, para qué y acerca de qué, las probabilidades de pactar son bajísimas o los pactos son estériles. En fin. Esperemos para ver y después diremos, pues muchos de nuestros políticos “experimentados” se comportan como explotadores o buscan administrar y aprovechar de la mejor manera los activos institucionales y políticos existentes.