Quien no pudo menos que sorprenderse ante la rápida presencia del gobernador Marco Adame Castillo en la zona, a escasos minutos de haberse iniciado el siniestro, proponiendo medidas de remediación derivadas de sus pláticas con varios secretarios de estado y funcionarios federales (las cuales se oficializaron en el transcurso del domingo), a fin de disponer de determinadas partidas presupuestales orientadas a la reconstrucción de la parte afectada. Recuérdese que alrededor del 30% de la nave principal fue arrasada por el fuego, propiciando la pérdida total en 204 locales. Esto significa la desgracia para miles de personas, directa e indirectamente.
Dicen que en política quien se lleva, se aguanta. Martínez Garrigós arribó al gobierno municipal con la espada desenvainada, a fin de eliminar cualquier vestigio de las cuatro administraciones anteriores. El actual conflicto de la comuna con la empresa Promotora Ambiental (PASA), encargada de la recolección, el traslado y el confinamiento de nuestros desechos sólidos, así lo demuestra, aunque cabe subrayar que el contrato existente, signado bajo los auspicios de quienes antecedieron a Manuel, es leonino y generador de riqueza mal habida entre unos cuantos. Al respecto se han escrito centenares de cuartillas justificando las posiciones de las partes antagónicas.
Las presentaciones públicas de Martínez Garrigós durante los dos primeros meses de su administración se caracterizaron por el golpeteo hacia quienes, más temprano que tarde, empezaron a reaccionar, inclusive desde el Ejecutivo morelense. Su hermandad panista siempre ha quedado manifiesta. Y si algo poseen los principales líderes blanquiazules es la unidad en momentos críticos. Esto, definitivamente, no existe en la esencia de la clase política priísta a la cual pertenece el alcalde de Cuernavaca. Bien entonces, es de sabios inferir que el partido gobernante en Morelos, así como aquellos y aquellas que fueron defenestrados en julio de 2009, buscan la revancha y aprovecharán cualquier oportunidad para impugnar al edil. Además, así es la política: sin escrúpulos.
Hasta el momento de redactar la presente columna, pues, era reiterado el desgarramiento de vestiduras por grupos políticos contrarios al PRI y al multicitado Manuel Martínez Garrigós quien, estoicamente, ha observado el avance de misiones específicas comisionadas desde Palacio de Gobierno para enfrentar la crisis en el “ALM”. El gobernador Adame, a partir de la madrugada del domingo, asumió una postura anticipada respecto de los fondos públicos a utilizarse en el proceso de reconstrucción, quizás con la certeza de que los funcionarios federales adscritos a diversas instancias (entre ellas la Secretaría de Economía) le responderán enviando recursos cuanto antes. Así lo desean, no quienes integramos la sociedad morelense en general, sino los locatarios fijos gravemente lesionados en su economía por el incendio del sábado y décadas de negligencia oficial en los tres niveles de gobierno. Fuera máscaras: el siniestro tuvo su origen, no en las actuales administraciones estatal y municipal, sino en las de muchos, muchísimos políticos, poilitiqueros, politiquillos y politicastros que nunca cumplieron con sus promesas de campaña inherentes a la “modernización” de la que pomposamente se sigue manejando como la “principal central de abasto de Morelos”, misma que, en realidad, es el prototipo de la anarquía y la corrupción.
Por eso me parece que la intención de sacar raja política de tan delicado asunto, en una zona por demás espinosa, puede tener efectos adversos para quienes no logren controlar las variables impredecibles. Lo urgente, por ahora, es el dinero. Martínez Garrigós ha confirmado la disponibilidad inmediata de quién sabe cuántos millones para invertirlos a raíz de la emergencia. Falta ahora el cumplimiento en los demás niveles gubernamentales, sobre todo el federal, cuyos delegados y delegadas responsables de fomentar el mercado de productos dentro de la economía morelense siempre han disfrutado de la hospitalidad local sin entrarle al fondo de la problemática, no sólo en el mercado “Adolfo López Mateos” sino en toda la estructura comercial tradicional, evidentemente rebasada por las grandes tiendas de autoservicio.