Estamos hablando de una de las primeras películas surrealistas de la historia, y sin duda, la más representativa de todas.
Hoy, a casi 90 años de su realización sigue dando mucho de qué hablar, pues se trata de un filme que nos provoca, que nos hace delirar y soñar despiertos, que nos invita a desconectarnos de la realidad y asociar libremente ideas y sensaciones. Se trata de una película pequeña pero llena de enormes metáforas. Aunque cabe mencionar que su director la hizo tratando de evitar cualquier simbolismo interpretable desde cualquier marco cultural, pero imposible que las interpretaciones no emanarán a borbotones pues se trataba de una obra poderosa e impresionante.
La escena más icónica de este filme -y de la historia del séptimo arte- la encontramos casi al principio, en ella se nos muestran como le cortan el ojo a una mujer con una navaja de afeitar. Es impactante la forma en que esto se representa, y desde su estreno causó conmoción y ha sido objeto de muchas interpretaciones. Una de ellas es que cortar el ojo supone realizar una incisión de la cual florezca una nueva manera de ver el mundo, de entenderlo, de sentirlo.
Se trata de una metáfora oscura sobre el poder que tiene el arte, en particular el cine, y como este puede rasgarnos la mirada para hacernos ver más allá de lo que el ojo permite. De descubrir un mundo lleno de nuevos sentidos y de belleza. Es gracias a esta escena que nuestra columna ha sido bautizada: La Mirada Rasgada.
