Yo lloraba a mares mientras él me decía: “Dale las gracias por haberse ido, te está haciendo un favor”, y yo, cegada por mi dolor, no entendía el significado de sus palabras y pensaba: “Qué poca, no ve que estoy sufriendo, no ve que necesito consuelo, no necesito que me cause más dolor con sus palabras”.

Esta plática ocurrió después de unas horas de que mi novio me dejara como por cuarta o quinta vez (ya perdí la cuenta). Y es que ya tengo hartos a todos mis amigos, siempre es lo mismo; me deja y después de un tiempo vuelve, y cuando lo hace yo estoy disponible. Esa ha sido mi historia desde hace ya cuatro años. ¿Cómo me enganché en esta relación destructiva? no lo sé. Lo que sí les puedo decir es que las palabras de aquel amigo ahora tienen mucho significado para mí.

En esta ocasión me dejó por otra mujer (nunca había sido la infidelidad la causa de nuestras rupturas) y sentí miedo, porque si ya estaba con otra la posibilidad de que volviera, como siempre, se reducía a casi la nulidad. Mi amigo tenía razón ¡yo debía estar agradecida que me abandonara! porque era una persona que ya no quería estar mi vida, y, entonces, yo tenía la oportunidad de reiniciar la mía, desde la sanción y recuperación de mi amor propio. ¿Para qué queremos a alguien que está sólo por estar y que te haga infeliz en lugar de feliz, que te haga sentir menos, que te cause dolor?

Pero antes de que llegara este entendimiento a mi cabeza pensé en hacer mil y una barbaridades. Pensé en ir a la casa de esta mujer y decirle mil insultos, pensé en ir al departamento de mi ex y romper todo, incluso su herramienta de trabajo: “cámara fotográfica” (es fotógrafo). Pensé en balconearlo en sus redes sociales, en hablar pestes de su trabajo, pero también pensé en denigrarme más a mí misma e ir a suplicarle que volviera.

Afortunadamente nada de eso pasó. Mi amigo me mandó el link de una conferencia donde tocaban el tema de la codependencia. Me cayeron muchos ‘veintes’ y entendí que si yo me vengaba era mayor la posibilidad de que él volviera…. pero para pagarme con la misma moneda, y entraríamos en una guerra sin fin; que si yo le suplicaba era como estar aceptando migajas de amor, comida de perro y callejero, cuando yo lo merezco todo, porque soy hija de Dios.

Entendí que mi poder es mío y que si se lo paso a mi pareja haciéndolo responsable de mi felicidad, pues estoy en el hoyo. Mi felicidad depende de mí y de nadie más. Cuando esto ocurre y tomas el control de tus emociones y llegas a terminar no solo una relación de pareja, puede ser un trabajo o una pérdida de vida; eres más fuerte y lo manejas mejor sin caer en el miedo, en la resistencia (sufrimiento), en la depresión; es porque nos tenemos a nosotros mismos y los procesos de desapego serán menos largos y menos dolorosos.

Esta ruptura la vida me la puso para que yo me diera cuenta de que todo el tiempo estaba mendigando amor, atención… que intercambia cosas materiales por afecto, que tenía una relación sexual pero ya no afectiva… ¡fue una oportunidad de sanación y de recuperación de mi grandeza!

La vida siempre opera desde la sabiduría para tu bien. Por eso él se fue y se fue con otra, por mi control hacia él, ¡por mi ego!

Bendiciones para los dos, porque gracias a ellos he encontrado a una mujer fuerte, grandiosa, poderosa,  bella por dentro y por fuera: YO.

También agradezco que ahora  vibro desde mi yo auténtico. Me amo y me respeto… ¡ya puedo dar lo mismo a los demás! ¡Estoy en el gozo de la vida!

Adiós a vivir condicionada a que me llame, a que no me deje en visto, a que me diga “Te amo”… Debo centrarme en mi poder para generar buen rollo y crear mi campo energético de armonía.

Y miren que hace unos meses yo sentía que vivía una tragedia griega, pero ahora veo que todo fue una peli que ya llegó a su fin y que la vida sigue para mí, ¡y me río de lo que pensé y hasta de lo que sentí! Entiendo que el “juego” de la vida es para disfrutar y divertirse…

Hasta la próxima.

I love <3