Zona Sur

Raúl Vera, testigo de las migraciones multitudinarias de la pobreza


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Raúl Vera, testigo de las migraciones multitudinarias de la pobreza

Raúl Vera, testigo de las migraciones multitudinarias de la pobreza
Fotógraf@/ CORTESÍA RAÚL VERA
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Jojutla. Raúl Vera es un fotoperiodista y reportero que ha visto y documentado uno de los mayores flujos de migrantes en movimiento en la frontera sur de México: en cinco años, más de 22 mil personas han atravesado Guatemala y México rumbo a Estados Unidos empujados por la pobreza y la violencia, buscando hacer realidad el sueño americano.

En entrevista. el fotógrafo chiapaneco que trabaja para algunas agencias internacionales como Associated Press, CNN o Telemundo aseguró que toda la vida ha habido migrantes, principalmente centroamericanos que cruzan la frontera Guatemala-México rumbo a Estados Unidos, y que siempre ha habido caravanas o “viacrucis” que se concentran en Tapachula, Chiapas. Sin embargo, a finales de octubre de 2018, se registró la primera con la participación de cerca de cuatro mil 500 personas, en su mayoría centroamericanos, que se habían reunido una semana antes en Honduras; esto, de acuerdo con autoridades migratorias mexicanas.

Raúl explicó que estas migraciones multitudinarias en tránsito nunca habían ocurrido, y han tenido consecuencias en las ciudades fronterizas.

Por ejemplo, en Tapachula, el flujo turístico migratorio genera economías informales, gente que presta servicios a los extranjeros de paso, incluso los mismos “polleros”.

En 2018, en una entrevista que hicimos a una persona en el centro de Tapachula, le preguntamos sí era o no molesta la migración para él, y nos dijo que de ninguna manera, que al contrario, no se daba abasto rentando cuartos y quería construir 10 habitaciones más para dar servicio a este tipo especial de turismo.

En el ámbito cultural, por ejemplo, había una mujer a la que le apodaban Mamá África. Era cocinera y daba de comer a los migrantes, y varios grupos de africanos le pidieron que les cocinara lo que ellos comían en su continente. Le enseñaron y la mujer aprendió una gran cantidad de platillos.

También me encontré con adultos guiando a su hijo: “yo pasé por aquí solo, en los años 80 y ahora acompaño a mi hijo para que vaya a Estados Unidos”, me dijo un centroamericano. Migrar es una cultura.

El Salvador, Honduras, inclusive México, tienen una economía basada en la relación con Estados Unidos. México recibe 56 mil millones dólares en remesas al año y cada año rompe rècord, hay una dependencia del mercado norteamericano.

Los beneficiados de estas migraciones son estas dictaduras como la de los Castro, los Ortega, los Maduro: si ellos tienen a un ciudadano fuera del país no le dan educación, vivienda, seguridad, salud, etcétera; es algo muy salvaje, pero así funciona en estas dictaduras. La izquierda no sabe crear economía, no sabe producir, no son capaces de decir vamos a generar una planta industrial. El caso de Cuba es más patético: es una isla y no produce pescado.

En el artículo “Cinco tendencias clave en la migración cubana en 2023”, Mariakarla Nodarse Venancio Alex Bare explica que casi 425 mil 000 migrantes cubanos llegaron a Estados Unidos en los años fiscales 2022 y 2023. Además, unos 36 mil cubanos presentaron solicitudes de asilo en México entre enero de 2022 y noviembre de 2023. En conjunto, estas cifras representan más del cuatro por ciento de la población cubana, lo que equivale a vaciar provincias enteras de la isla en solo dos años. Estas asombrosas cifras no tienen en cuenta los miles más que se han dirigido a Brasil, Rusia, Uruguay y otros países durante el mismo periodo.

En gran parte de la migración actual hay una cultura del desarraigo.

Juan Bautista Ruíz, 58 años, venezolano, tenía cinco carreras universitarias, se le habían deshecho los zapatos, no conseguía de su número, era talla 13, estaba en Matías Romero, Oaxaca. Con pedazos de cartón se hizo unas suelas. Antes de Nicolás Maduro vivía bien, no se puede con Maduro, me dijo.

 

Historias de muy alta humanidad

Raúl Vera relató que con los años el reportero o fotoperiodista se va haciendo duro, talludo, cuerudo, pero también muy sensible a algunas historias que observa uno o nos cuentan los entrevistados; uno busca las causas, las razones, las circunstancias.

Todas las migraciones del sur tienen un común denominador: la pobreza, la violencia, la deshumanización, el sufrimiento, la deshumanización de los distintos regímenes políticos.

“En octubre de 2018 ocurrió la primera migración en tránsito multitudinaria. Los reporteros estábamos del lado de Chiapas, en el puente Rodolfo Robles que atraviesa el río Suchiate, en la garita de Guatemala, vimos una masa a los lejos y poco a poco esta masa se fue convirtiendo en algo gigantesco que atravesó el puente. Cuando venimos a ver, ya los teníamos encima, yo percibí un olor a vinagre que salía de allí, de ese enorme grupo humano, el sudor de la migración. Yo quedé en medio, entre esa masa y la policía federal preventiva. Era la 1 de la tarde.

En esa primera caravana, en Tapachula, una guatemalteca iba caminando por la orilla de la carretera con una bolsa gigantesca en la cabeza, a lado llevaba a tres niños. Nosotros viajamos en una camioneta para estas coberturas. Como periodista no debemos ser parciales y casi nos prohíben intervenir en estas cuestiones de migrantes, más tratándose de las agencias norteamericanas, que son muy cuidadosas con esto, pero echando a un lado eso le ayudamos a la mujer, la subimos y a los niños también. Desde que se subió, cerró los ojos y los abrió en Arriaga, donde nosotros teníamos que desviarnos hacia Tuxtla Gutiérrez. Los agentes de migración no nos detuvieron ni nos preguntaron por ellos. La mujer nos contó que estaba muy cansada y llevaba cinco días caminando”.

“Un día en Arriaga me encontré en con una mujer que buscaba a su hija desaparecida, la entrevistamos y después la volvimos a ver y tuvimos la oportunidad de platicar. Me dijo:

‘Ya me estoy haciendo a la idea de que mi hija se murió, pero lo que más siento es que en estos 15 días me malacostumbre a comer tres veces al día y a dormir en un colchón’. Lo que para nosotros es lo cotidiano, para esta mujer era extraordinario”.

“Durante la cobertura de la caravana me encontré con Nelson, el Gallego. Varios cubanos que tenían dinero porque sus familiares les habían mandado dólares para que fueran a Estados Unidos, contrataron un camión con la idea de llegar hasta Monterrey y de ahí cruzarían de otra manera, quizá con un pollero; también llevaban amparos, para evitar que los detuvieran los agentes de Migración México. Llegando a Tapachula los bajaron del camión y no les hicieron válidos los amparos, les dijeron que tenían qué caminar si querían cruzar. En ese grupo venía Nelson. Cuando viajó del camión iba con un traje de terciopelo azul. Sus alpargatas, su maleta de rueditas de aeropuerto, sus lentes Ray-Ban, iba caminando entre la marabunta de hondureños, que van en harapos y no calzan zapatos, van en chanclas.

Por la tarde me volví a encontrar a Nelson, caminaba con la caravana, ahora iba con su short, sudadera, su gorra y sus tenis Adidas”.

Raúl ha visto de todo, miles y miles de imágenes de migrantes caminando por las carreteras de Chiapas, pero de entre estas imágenes que ha capturado recuerda una, en especial:

Es una fotografía de alto contraste. En primer plano hay un militar, parado, con su arma larga, de cuerpo entero, en segundo plano un cuerpo tirado en la playa y en tercero otro militar de espaldas, armado, y el océano.

El cuerpo es de un migrante africano que naufragó entre Puerto Arista y Paredón.

Esta foto me recuerda algunas imágenes que describía José Revueltas sobre el drama humano: ese hombre seguía un sueño y murió en un lugar donde nadie lo conocía, solo; quienes debieron protegerlo ahora custodian no una vida sino un cadáver.

Los riesgos están presentes en cada cobertura, esta migración masiva se ha vuelto más peligrosa.

Raúl recuerda que en una ocasión andaba por Tabasco, por la ruta Tenosique-Palenque y, con su amigo Rubén Figueroa captaron el momento en que unos “motopolleros” estaban subiendo a su transporte a unos indocumentados, a un kilómetro del destacamento de la Guardia Nacional.

“Los polleros nos vieron y dispararon al aire, para advertirnos, nosotros corrimos. Una vez estaba yo en la frontera con Guatemala, levantando aspectos del paso de migrantes por el río Suchiate. Entonces me di cuenta que unos polleros me estaban viendo muy feo. De manera discreta me les fui acercando y seguí documentando. Les dije:

‘A ver, chavos. Yo soy reportero, vengo a grabar a ellos, no a ti, sé qué a qué te dedicas, pero no te voy a grabar, no vengo por eso, así que no te pongas nervioso, sé hacer mi trabajo y no me meto con nadie más’.

Los muchachos entendieron lo que les dije y me dejaron trabajar.

Con el tiempo y la práctica uno va conociendo a los diferentes tipos de migrantes: los más cabrones son los salvadoreños, pero le ganan los hondureños.

Dar cobertura a los migrantes puede ser bastante complicado, pero con la práctica se vuelve algo sencillo”, dice Raúl Vera.

Los migrantes se encuentran en una situación de vulnerabilidad muy especial, algunos vienen con amenazas de muerte o sus familiares fueron víctimas de la delincuencia o del régimen; los que vienen en las caravanas no traen más que lo que llevan puesto o lo que pueden cargar, no hay más; otros viajan de distinta manera porque sus familiares les mandan dinero para que se vayan en camionetas o camiones, incluso en avión hasta la frontera y allá los polleros los pasan.

“Las agencias para las que trabajo tienen muy definidos sus protocolos para la cobertura de estas fuentes, las familias, las mujeres y especialmente de niños merecen trato especial.

En general, se realiza la cobertura en el marco de un respeto de sus derechos humanos y de su situación de vulnerabilidad como migrantes en tránsito”.

Raúl Vera dijo que después cinco años de migraciones masivas en la frontera sur de México, es necesario hacer un análisis serio de ellas y de las consecuencias en todos los ámbitos, económicos, sociales, culturales, etcétera.

Por nuestra parte, como reporteros, como fotoperiodistas, tenemos que seguir contando estas historias para que las cosas cambien, dijo.

Raúl Vera es también documentalista. Ha trabajado con Efraín Bartolomé, ha trabajado la poesía de Raúl Garduño, de Jaime Sabines, de Enoch Casino Casahonda, de Joaquín Vázquez Aguilar, entre otros poetas chiapanecos.

 

Las muertes y desapariciones

La Organización Internacional para las Migraciones ha registrado en el “Proyecto Migrantes Desaparecidos”, más de 59 mil 200 muertes o desapariciones de mujeres, hombres y menores de edad en todo el mundo, desde que se inició la recopilación de datos en 2014 hasta finales de 2023.

En el continente americano ha habido más de ocho mil 400 muertes o desapariciones de personas durante las travesías migratorias. Más de la mitad de estas muertes se documentaron en la frontera entre México y los Estados Unidos de América, que es la frontera terrestre más mortífera del mundo.

La Patrulla de Control de Fronteras de Estados Unidos (CBP) reportó que en el año 2022 hubo 853 muertes, en el río Grande, en San Diego, en El Paso y otros lugares, un número al que no se había llegado en los últimos 20 años.

Desde octubre de 2022 a septiembre de 2023 la Patrulla informó que tan solo en el Sector El Paso murieron 134 inmigrantes.

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