Manuel Martínez Garrigós ya no es presidente municipal pero sigue en boga, es el oscuro objeto de los deseos de gente que lo único que los distancia es la extorsión fallida y el gusto por el abuso. Éstos tienen empleados a los que dictan sus rencores, los escribanos o dicentes los corrigen para darles forma informativa, pero queda la huella clara que no es de ellos, que les ordenan, que los han hecho de figuras representativas obligados con la libertad en simples gacetilleros a sueldo, sin más remedio que la espera quincenal y el llegar al hogar, oculta la humillación del día laboral con los rataplanes jefes y dueños, con una sonrisa fingida a la esposa, a los pequeños y un cotidiano “estuvo buena la chamba. Tengo hambre y ganas de dormir”. Y no poder dormir por la frustración de no rebelarse y asumir su responsabilidad personal y con los suyos. Duro, duro, muy duro.
Y la rutina al día siguiente, el que viene, los demás, siempre con el grillete dentro y fuera del territorio de sus amos. En el oficio se dice que las libertades se consiguen día a día. No. Éstas están ahí, son quienes aceptan condiciones de auténticos malandros (éstos sí lo son, porque sin presuntamente delinquir, hacen negocios millonarios normalmente turbios. Los otros a los que llaman malandros “se la rifan” ya por ignorancia o por formación), los que no las ejercen con un simple “no” a indicaciones empresariales, sin indicios informativos menos periodísticos, y no por unas cuantas monedas, que los harían mercenarios, mejor aplicado por la necesidad de llevar el sustento a la familia. Dramatismo puro pero real, los han hecho guiñapos a los que se ven obligados a mantener en la semiclandestinidad pero con el grillete bien colocado, más allá de la ofensa al pueblo de Morelos con sus íconos y su hombre más importante y conocido en la historia, el general. He ahí la ausencia de identidad tanto de pillos jefes como de empleados necesitados.
Los periodistas somos también servidores públicos en el momento mismo que compartimos el trabajo con los demás, pero lamentablemente hay clasificaciones, y con el respeto que más de 30 años nos obligan con los colegas –incluidos los que traen el grillete y el miedo al desempleo--, tenemos sentimientos, afinidades, y hay los que son amigos de sus amigos, incluso en omisiones por las razones mismas del permanente afecto. ¿Quién no nota que esta columna y quien la escribe han ido y venido en los últimos años por una razón con el nombre de Manuel Martínez Garrigós? Lo conocemos antes de nacer; a partir de que era un adolescente hemos visto su desarrollo y sus inquietudes por la política. Lo conocemos bien. Por lo tanto, confiamos que su siguiente estación es mejor que la que dejó ayer.
Estamos más allá de Manuel; él nacía y nosotros hacíamos pininos en este quehacer. Nos ha correspondido ver pasar a 8 o 10 gobernadores, con cercanía normalmente con todos por la profesión, en algunos incluso cariño, amistad y compromiso. Con otros desafinaciones que rayaron en la agresión y la persecución, pero siempre con capacidad de reacción, ya en lo personal con el medio propio o con la solidaridad del gremio. Pero siempre con las maletas listas para ir a otro lado o jugársela con proyectos modestos pero independientes, que van más allá de los grandes corporativos que no buscan la mejoría de su medio sino el enriquecimiento pronto e ilícito. Es duro caer ahí, no por hacerse el honestísimo aunque tampoco un chantajista de altos vuelos (que sólo se dan en las grandes esferas de los que no han redactado ni su diario vivir en privado), pero complicado por la razón que la libertad se vive y se goza, pero sobre todo hay que creer en ella, más allá si está en riesgo el empleo, el salario y la comida de los niños, dedicados a la tarea de redacción con la mirada baja, los pies engrilletados, las manos libres y listas, a redactar lo que ordene el amo.
Alias, esos son los amanuenses. No son malas personas, pero la tierra es la tierra, el entorno es el entorno, el respeto es el respeto y “la vida es una novela/ tratándola con dulzura, que dura más una vela, ¿qué lo que la vela..? (No falta el que se adelante a completar la frase y grite: ¡Dura!). En efecto:
…así tenemos la vela.