Las posadas, que se celebran del 16 al 24 de diciembre, recrean el peregrinar de José y María desde Nazaret hasta Belén, cuando fueron rechazados en varios hogares antes de hallar refugio en un establo.
Esta tradición llegó a México gracias a los agustinos, quienes a finales del siglo XVI introdujeron misas de aguinaldo y procesiones públicas que combinaban devoción y festividad, dando origen a las posadas tal como se conocen hoy.
A lo largo de los siglos, las posadas evolucionaron: en el siglo XIX se celebraban tanto en las calles como en el interior de los hogares, con ritos que incluían rezos, cohetes y elaborados adornos, desde simples velas hasta lujosos atuendos de ángeles.
En el siglo XX, los foquitos eléctricos y la música grabada reemplazaron a los faroles y a la música en vivo, mientras que la colación se volvió más práctica, pasando de las canastas de porcelana y de palma tejida a bolsas de plástico con detalles navideños.
Actualmente, las posadas enfrentan un proceso de transformación que amenaza su esencia.

Imagen tomada de Capulhuac Historia y Tradición
La partida de quienes tradicionalmente organizaban estas reuniones, junto con la menor participación de las personas y los cambios en los hábitos sociales, ha contribuido a que muchas de estas celebraciones se realicen de forma esporádica o, en algunos casos, no se celebren en absoluto.
El uso extendido de la tecnología, los ritmos de vida acelerados y las dificultades para transmitir estas tradiciones a las nuevas generaciones también juegan un papel importante en esta pérdida.
Además, en algunas localidades, el carácter religioso de las posadas ha sido sustituido por convivios más informales, donde el enfoque en los cantos, los rezos y la recreación del peregrinaje se pierde, y la tradición se reduce a un simple encuentro social.
Esto refleja un cambio cultural más amplio, donde los valores de unión y participación comunitaria parecen ceder ante el entretenimiento y la conveniencia.
Pese a ello, las posadas siguen siendo un elemento valioso de la identidad mexicana. Su conservación implica no solo recrear los recorridos y los cantos, sino también recuperar el vínculo entre las personas, el compartir y la conexión con las raíces culturales y religiosas.
Mantener las posadas requiere interés y participación activa de quienes las celebran. Adaptarlas a los tiempos actuales sin perder su esencia es fundamental para que estas festividades continúen siendo una tradición viva, que conecte a las generaciones y conserve su valor cultural e histórico.
