En estos días le ha llovido duro a Claudia Sheinbaum: el viernes 28 de febrero fue la manifestación por parte del gremio magisterial en contra de la reforma a la Ley del ISSSTE, y tanta ha sido la presión que se tuvo que pausar la iniciativa. Y ahora, en la primera semana de marzo tuvo que lidiar con la política intimidatoria arancelaria de Donald Trump.
Y ante la embestida del 25% de aranceles a los productos de México y Canadá, así como el 20% a los de China, tanto nuestro otro socio comercial como el gigante asiático contestaron inmediatamente también con aumentos arancelarios para las mercancías estadounidenses, pero en el caso mexicano, la titular del Ejecutivo Federal expresó que impondrían medidas semejantes a las establecidas por Trump, pero que serían anunciadas en un mitin en el zócalo de la Ciudad de México el domingo 9 de marzo, por lo que empezó a operar la maquinaria de comunicación para tener así un evento masivo al puro estilo de las épocas del priismo con López Portillo, donde en su último año de gobierno ante la crisis económica que estaba atravesando el país, tuvo que nacionalizar la banca y establecer un control de cambios por la fuga de capitales, convocando así a un mitin en el mismo escenario. ¿Pero por qué convocar al pueblo bueno y sabio al Zócalo?
Antes de la famosa llamada telefónica entre Trump y Sheinbaum (donde por atención y respeto a la mandataria mexicana, el jefe de Trump-landia expresó que nuevamente pausarían los aranceles para México hasta el 2 de abril), el tema a resaltar era el mitin en la capital del país. ¿Qué se lograría con ello?, ¿se podría revertir la situación arancelaria?, ¿Trump entraría en pánico ante este evento democrático al más puro estilo de los antiguos griegos? Lo cierto es que el mitin va porque va, pero ahora ya que se prolongaron un mes los aranceles, ya se tornó a una tarde de domingo para pasarla contentos, según palabras de Claudia.
Es la ideología y estilo de López Obrador, cuyos discursos son su fuerte. Su sucesora quiere emularlo siguiendo su estilo personal de gobernar.
Y la razón de este tipo de ejercicios políticos es que, ante un evento de tal relevancia, según su óptica, tienen que hacer ver a los demás que están respaldados en sus acciones por el pueblo, reiterando así su carácter de democráticos, y así legitimar su política. Pero ya que las cosas han cambiado, esta “reunión” abordará también el tema de la Reforma Judicial, acompañada de música, para que sea una tarde chévere.
Es importante recalcar que una vez llegado el día 2 de abril del año en curso, México debe ya tener bien definida una estrategia para hacer frente a esta política arancelaria de Trump, que es claramente nociva para la economía no solo mexicana, sino para la propia economía de Estados Unidos y, por ende, tendrá un efecto global. A ver, vamos por pasos. Hoy en día, el sistema económico imperante es el capitalista, y como tal, tiene una ideología, y en este caso es abrir las fronteras para expandir el mercado, he ahí la razón de ser de los tratados de libre comercio, para crear regiones comerciales y que haya mayor flujo de bienes y servicios, así como de personas para abaratar costos. Ahora bien, si hay exportaciones de determinados productos hacia un destino específico, no es por casualidad, sino porque el país que exporta tiene un excedente de esos productos y necesita colocarlos en mercados donde no los hay o son limitados, por lo tanto, si hay exportaciones mexicanas hacia el país del norte, es porque su mercado así lo demanda, y viceversa. Si en México no hay determinados bienes o servicios, pues se importan para así satisfacer el mercado nacional. Entonces, por sentido común, Trump no quiere entender esta situación. Él piensa que Estados Unidos es autosuficiente, como si estuviésemos en el siglo XIX. Hay que recordar que si se firmó en su momento el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) fue por un interés del propio Estados Unidos de posicionar sus empresas en territorio mexicano por muchos motivos, como la mano de obra barata y, por ende, reducir los costos de producción de manera significativa, porque establecer industrias en la Unión Americana salía más caro al dar salarios más altos a los propios estadounidenses.
Por lo tanto, esta política arancelaria es contradictoria y será contraproducente para el propio Estados Unidos. No es así de sencillo imponer aranceles por decreto sin considerar los efectos a mediano y largo plazo, y así se vio en el primer mandato de Trump, donde muchos productos aumentaron sus precios afectando así los bolsillos de los mismos ciudadanos estadounidenses.
México no puede estar al contentillo de un personaje como Donald Trump; por lo tanto, debe abrir sus horizontes para diversificar su política económica internacional y no poner todos los huevos en una sola canasta, en este caso, una canasta gringa. Se debe voltear a otras regiones del mundo; es cierto, la norteamericana es muy, muy, muy importante, pero también están los mercados asiáticos, europeos y latinoamericanos.
Hay muchos productos mexicanos que están bien colocados en países como Japón, Alemania, y China, sin embargo, México exporta principalmente productos de actividades económicas primarias. El país debe crecer en empresas que no solo se centren en productos agrícolas, se necesita producir y exportar tecnología también, pues así Japón salió adelante después de la Segunda Guerra Mundial. México cuenta con una riqueza natural en muchos rubros, pero eso ha ocasionado depender económicamente de sus recursos naturales. Por mucho tiempo, la política económica mexicana descansó en el petróleo y en las remesas. Es momento de reinventar la política económica y que no solo se quede en discursos en plazas públicas.
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