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Soñador y Mochicuani, Los alebrijes quinceañeros de Tlatenchi


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Soñador y Mochicuani,  Los alebrijes quinceañeros de Tlatenchi
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Soñador y Mochicuani, Los alebrijes quinceañeros de Tlatenchi
Fotógraf@/ Máximo Cerdio
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Jojutla. El maestro Alfonso Morales celebró los 15 años del Desfile y Concurso de Alebrijes Monumentales con El Soñador (185) y Mochicuani Xumil (112).

Junto con más de 240 animales, los monstruos jojutlenses del taller Almorales salieron, según lo planeado, a las 12 del día del zócalo de la Ciudad de los Palacios, continuaron por la calle Cinco de Mayo, invadida por niños y adultos que habían llegado horas antes para admirar a los amorosos seres multicolor que, desde el cielo, eran una avalancha de confeti arrojado por un dios cartonero.

La mezcla de materiales y seres reales y mitológicos no tuvo límite, gigantes de aire, fuego, tierra y agua, con rarísimos nombres en idiomas diversos avanzaban impresionando a los niños que aplaudían a los colectivos y talleres.

El paso del alebrijerío por la avenida Juárez fue, asimismo, muy aplaudido, fotografiado y grabado. Las esculturas anochecidas de metal frente al Palacio de las Bellas Artes saludaron a sus iguales.

Por todo el recorrido, el maestro Morales informó a gritos que se cumplían 15 años del desfile de Alebrijes, que él había asistido a todos y que él lo celebraba con la construcción de El Soñador y Mochicuani.

“¡Voy a bailar el vals de los 15 años y le voy a partir su pastel a mis alebrijes!”

Atrás, la maestra Elena Medina gritaba con una poderosísima voz:

-¡Viva Morelos! ¡Viva Jojutla ¡Morelos no se raja!

Los alebrijeros y los artesanos dieron la vuelta a los alebrijes cuando el público les marcaba “¡Vuelta, vuelta, vuelta!”

El Paseo de la Reforma es el más largo, y las filas de espectadores indicaron el camino a las esculturas de diversos estados de la república como Jalisco, San Luis Potosí, Tlaxcala, Guanajuato, Hidalgo, Morelos, Puebla, Estado de México y Ciudad de México, entre otros: como si un tal Noé hubiera convocado a todos los animales de la tierra para hospedarlos en una gran arca imaginada.

Morelos estuvo representado por dos colectivos de Cuernavaca, uno de Cuautla, del maestro Marcos Zenteno Aguayo, y el taller de Tlatenchi, en Jojutla Almorales.

Los alebrijes fueron ocupando su lugar de acuerdo con un número progresivo asignado y a la gente le tocó, ahora, desfilar frente a ellos, tomarse la foto, acercarse, tocar, preguntar a los artesanos.

De acuerdo con la convocatoria del Museo de Arte Popular en la Ciudad de México, se dará un estímulo económico a las obras que ocupen los tres primeros lugares: Primer lugar sesenta mil pesos; segundo lugar, cuarenta mil, y tercer lugar treinta mil pesos. También habrá un estímulo económico indivisible de diez mil pesos a 11 obras con mención honorífica.

Estaremos en las aceras principales del Paseo de la Reforma, entre las glorietas de la columna del Ángel de la Independencia y la Diana Cazadora, desde las ocho de la noche al domingo 5 de noviembre, dijo uno de los artesanos a una mujer que llevaba dos niños.

Un extranjero preguntó a una chica que lo acompañaba dónde se originaron estos seres. La respuesta fue que en 1975 se proyectó un documental de la cineasta Judith Bronowski sobre Linares y su trabajo, y desde esa fecha los alebrijes comenzaron a ganar terreno entre los artesanos y el público.

Los alebrijes son una invención del artesano Pedro Linares López (junio de 1906-enero de 1992). Allá por 1936, mientras tenía fiebre por una enfermedad, soñó que caminaba por un bosque en el que animales híbridos y coloridos se aparecieron ante él. Pedro Linares contó, en una entrevista sobre su persona y sobre su trabajo, que los propios animales que vio en sus sueños o delirios le dijeron que se llamaban alebrijes. En cuanto se recuperó, comenzó a crearlos, abundó la muchacha.

 

Las odiseas de los Morales

La participación del taller de cartoneros Almorales en el desfile de alebrijes gigantes en la Ciudad de México ha estado llena de obstáculos, en parte, porque nunca han recibido financiamiento, como muchos colectivos. Las veces que no han tenido dinero para construir las piezas han pedido ayuda y éstas ha llegado de a poquito en poquito: el alambre, el alambrón, el papel, el cartón, el carrizo, la pintura, el pegamento, son costosos cuando se trata de elaborar piezas gigantes, pero la faltad de dinero no los ha detenido.

En el desfile de 2014, la Secretaría de Cultura de Morelos prometió apoyo a los cartoneros, pero éste apoyo nunca llegó: participaron con tres alebrijes. Se instalaron en la avenida Álvaro Obregón y debajo de uno de las esculturas (Jaguar-tortuga) pusieron un letrero para recaudar fondos para comer y para comprar los boletos de regreso: “Alebrije sin apoyo. Gracias por tu cooperación”.

La enfermedad también ha diezmado los ánimos de los cartoneros, pero se han repuesto y han asistido al desfile, a veces totorecos.

En 2015, Alfonso Morales cayó enfermo unos días antes del desfile. Hubo una junta familiar y se decidió que él se quedaría en casa y que los demás asistieran al compromiso de concurso. Afortunadamente el cartonero se recuperó y durante la marcha en la avenida Paseo de la Reforma, en la Ciudad de los Palacios, parecía trompo chillador, hasta sacó los pasos “prohibidos”.

Este año no fue la excepción. Diez días antes del desfile, Alfonso Hurtado, la mano derecha del maestro, fue noqueado por un poderoso volado de un mosquito desconocido que le transmitió el dengue. Lo mismo sucedió con Máximo Santino, que estuvo en el hospital una semana antes; el dengue también hizo de las suyas con Morris y siguió con Lennon.

 

Los monstruos de 2023

Los dos alfonsos comenzaron a construir El Soñador dos semanas antes. En el taller de los Almorales ubicado en la comunidad de Tlatenchi, el alebrije que desfilaría en la Ciudad de México iba tomando forma: dos metros y medio largo y de alto dos metros 20 centímetros.

“El tronco va estar parado en dos patas, tendrá una cola de lagartija o iguana o tlacuache, la cabeza principal será de un coyote, a los lados, en sus hombros, tendrá dos cabezas más: una de tlacuache y otra de garrobo, animales nativos de la región sur…”

El Soñador tiene como objetivo hacer conciencia de los animales de la región. Que se conserven, que no los maten, que se queden con nosotros o regresen, porque han estado desapareciendo, la mancha urbana los asusta, el hombre les destruye su hábitat, no saben convivir con ellos, que vivían aquí, dijo el maestro cartonero.

El alebrije de Alfonso Hurtado, Mochicuani Xumil, fue rescatado y restaurado. El dengue puso fuera de combate por dos semanas al cartonero y había de dos: llevar uno o restaurar el otro.

Mochicuani Xumil tiene también varias partes de animales, incluso de insectos: una especie de caparazón de una chinche o jumil, alas de mariposa, garras, cabeza como de iguana y lengua y es muy colorido.

Cada escultura podría tener un costo en el mercado de hasta 12 mil pesos.

El color y las formas que decoran a los alebrijes del taller Almorales tiene que ver con la flora de la región, con motivos prehispánicos y seres que son endémicos y simbólicos en México. Eso y el empleo de materiales que se consiguen en el sur de Morelos caracterizan a las esculturas que construyen y por lo que han ganado varias menciones honoríficas.

De acuerdo con el maestro Morales, del patio de tierra del taller han salido entre 25 y 30 alebrijes monumentales que ha viajado a la Ciudad de México y han asombrado a los turistas nacionales y extranjeros.

“Hace muchos años, cuando yo era muy joven, andábamos por acá, por Tlatenchi. Traía a los chivos a pastar. No había casas ni calles, sólo había una casa grande, pero por acá andaban los coyotes, viendo a ver qué se comían, en qué momento se descuidaba uno para llevarse las gallinas. A mí me quitó un chivo, se lo llevó el coyote, mi papá me regañó mucho, recuerdo eso”, relató Alfonso Morales.

También recordó el primer alebrije que construyeron y con el cual participaron en la primera “Noche de los alebrijes Monumentales”, en 2007:

“Entonces estaba cubriendo un interinato, me pagaban poco a la quincena. Ustedes eran chicos y estudiaban, los gastos eran grandes y había que asistir al museo para inscribirme, me preocupaba, se acercaba la fecha le comenté a un amigo y él me dijo: ‘no te preocupes Alfonso, yo te doy para que te vayas a inscribir’, y así fue, mi amigo me dio para mis pasajes. Cuando llegué al museo para registrarme conocí al licenciado Haza, me pidió que le mostrará mi trabajo, le enseñe fotografías de unas iguanas que hacía, él me dijo que eso no era alebrije que no podía participar, entonces le mostré otra imagen y le dije ‘¿esté si es alebrije?’ Y me responde ‘ándale, ese si es un Alebrije’, y me inscribieron. En la casa tenía materiales para comenzar, alambre, unas varillas, el papel lo fui a juntar y las pinturas ni me acuerdo como le hice, me costó mucho armar mi estructura, pero en cuanto la pude terminar comencé a pegar papel, y mis manos fueron creando mi primer alebrije monumental: Cuahutlichintete y Jaimito, así lo llamé, era un chintete grande y colorido, llevaba montada una calaca. Ahora, me apuraba el transporte, mis hermanos estaban iniciando su negocio y tenían una camioneta, me la prestaron para llevarlo, me dijeron que nomás le pagará al chofer y le pusiera gasolina. No sé cómo, pero junté para ese gasto, la cita era a las seis de la tarde. No recuerdo a qué hora salimos del taller, pero en el trayecto nos pararon como tres veces los tránsitos de la ciudad y hasta mordida nos pidieron. Llegamos tarde y no pudimos bajar el alebrije, desfiló arriba de la camioneta y como las reglas del concurso era que tenía que ser jalado manualmente fuimos descalificados. Al finalizar el desfile se me acercó un maestro de una universidad y me dijo que si podía prestar mi alebrije para su institución, pues harían una ofrenda y le había llamado la atención por la calaca que llevaba montada, le dije que sí, que se lo llevara. Me despedí de Cuahutlichintete y Jaimito, le dije que se quedaba en buenas manos para difundir un poco de nuestra cultura a los jóvenes de aquella institución. Volvimos a casa, bien cansado pero muy satisfecho y feliz de haber llegado a ese primer desfile", platicó.

En el Octavo Desfile y Concurso de Alebrijes Monumentales, organizado por la Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Museo de Arte Popular, de 2014, el Taller Almorales participó con tres alebrijes: Cuatalatita, Lobito y Jaguar-tortuga; eran cinco: Mamá y Cocodrilo, pero éstos no cupieron en el camión que los trasladó desde Jojutla a la capital del país.

Los cartoneros no pudieron recuperar sus tres alebrijes y regresarlos a Tlatenchi.

“No tenemos dinero para pagar el transporte para regresarlos, así que estarán aquí hasta el 28 de diciembre, para que las personas los admiren, y después los donaremos al Museo de Arte Popular de la Ciudad de México”, dijo el maestro Alfonso Morales Vázquez.

El taller familiar Almorales está en Tlatenchi, lo integran el maestro Alfonso Morales Vázquez, Oliva Hurtado Díaz, Tania Itzel, Suha Iyali y Alfonso Mizraim, de apellidos Morales Hurtado. Ha participado en el desfile 13 años consecutivos (la edición 2020 y la 2021 fueron suspendidas por la pandemia del coronavirus) y han representado, sin apoyo institucional, al estado de Morelos en esta fiesta, que es una de las más coloridas del país.

Han ayudado en la elaboración de los alebrijes los nietos Máximo Santino (el más pequeño, pero mayor que Atzin, de apenas meses de nacido), Tlacaelel (vive en Estados Unidos), Lennon y Morris. Este último ha dejado de “cartonear”, en los últimos dos años, porque sus esfuerzos están orientados en encontrar hembras para aparearse y asegurar su descendencia.

 

Oficio a punto de desaparecer

De acuerdo con el maestro Morales Hurtado, hace más de quince años, antes que el MAP organizara el desfile de alebrijes monumentales, el oficio de cartonero estaba a punto de desaparecer. Con el primer desfile de alebrijes en la Ciudad de México en el año 2008, el oficio de cartonero fue tomando importancia, se pudieron observar trabajos muy bien elaborados, muy finos, se pudo apreciar la creatividad de los cartoneros y la gran calidad de sus trabajos, de tal suerte que los artesanos y colectivos comenzaron a ser llamados para elaborar piezas diversas en festivales y eventos de talla nacional e internacional.

Por eso es importante el desfile; muchos talleres están dando continuidad y se han ido formando nuevos artesanos y las generaciones se van sucediendo.

En Morelos, el desfile ha llamado la atención en varios municipios del sur, y los cartoneros han impartido talleres de construcción de alebrijes, muchos alumnos ahora ya participan en el desfile y se han vuelto artesanos.

 

A manera de comentarios, que no quejas

Después de estar insistiendo durante varios días la Secretaría de Turismo y Cultura del Estado accedió mandar un camión para que trasladaran a los dos alebrijes desde Tlatenchi a la Ciudad de México, esto fue el viernes 20 por la noche.

La maestra Elena Medina tiene una voz muy potente, ella es profesora de escuela primaria, escritora y estudio actuación, sabe lidiar con niños y por un momento la imagine regañando: ¡”A ver cabroncitos, por qué se están agarrando a chingadazos!”

El maestro Morales tiene un club de seguidores muy grande, varias veces interrumpieron su caminata para saludarlo y tomarse la foto con él.

Este año no sacó los pasos prohibidos, aunque la Banda de Música del Cuartel General del Alto Mando de la Secretaría de Marina encabezó la salida del desfile, en medio y en la cola no se oía más que el tum tum tum de la tambora, hubo dos o tres bandas famélicas a expensas de los colectivos. En otras ocasiones la banda de viento levanta el ánimo del maestro Morales y se lanza por Reforma inventando pasos perrones.

Cuando los alebrijes se posicionaron en las aceras de Reforma, en menos de media hora llegaron vendedores que invadieron las orillas.

De acuerdo con medios nacionales, más de 650 mil personas asistieron al 15º Desfile de Alebrijes Monumentales de la Ciudad de México.

Fue casi imposible hacer fotografías limpias una vez que los artesanos colocaron sus esculturas en el lugar que les asignaron.

Todos los años, el Museo de Arte Popular de la Ciudad de México obsequia playeras a los colectivos. Este año fue blanca, pero sólo imprimieron en tres pisos “Museo de Arte Popular”, no hubo diseño ni organización eficiente y, al parecer, no hubo recursos o se lo “chingaron”.

“Si nos apendejamos, el año próximo nos avientan una playera sin diseño, de 20 pesos de poliéster”, dijo un artesano.

 

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Máximo Cerdio

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