Los libros no son caros, algunos son costosos, pero no caros. Caro resulta aquel producto cuyo precio no es representativo de su valor. “Esto no vale lo que cuesta”, decimos. Es algo subjetivo, pero sencillo de comprender: un reloj de buena marca puede tener un precio de venta al público (PVP) de 100 mil pesos, mientas que uno del tianguis costará $100 y todo bien.

Lo costoso tienen un precio elevado respecto de otros productos en el mercado, porque tiene alguna característica especial, o porque es algo que no puedo pagar tan fácilmente (o así lo creo). En contraparte, lo barato tiene un precio módico, bajo, reducido, sin que necesariamente eso afecte su calidad. Hay cosas baratas de calidad y otras chafas.

Los libros no son caros, tampoco baratos. Son una cosa cuyo precio refleja su valor. Cuestan tantos pesos, porque su contenido lo vale, es posible pagar por ellos porque nos dejan satisfechos como clientes.

Hasta aquí no me he referido al precio, pongamos ejemplos: un libro de dibujar cuesta $50 y garantiza horas de entretenimiento y relajación. Una novela policiaca de bolsillo cuesta unos $180, para varias horas de leer, imaginar, pensar, disfrutar y aprender (dicho así todo parece adecuado).

Un libro de texto universitario de $500 ofrece información útil, actualizada, bien presentada, resultado del esfuerzo de alguien. Un libro de la editorial Atalanta puede superar los mil pesos, pero es garantía de una experiencia única de lectura, además del goce por atesorar una pieza tan bella. Los libros son productos de calidad a precios justos.

Se juzga el precio de los libros desde posturas comprensibles, pero que no se pueden tomar en cuenta del todo:

1. a) “el libro debería ser más barato porque es un producto cultural”; su contenido lo es, pero su producción no sigue la misma lógica y debe adaptarse a las posibilidades del mercado.
2. b) “el gobierno debería hacer algo para bajar el precio del libro”; lo hace bastante, mediante premios, becas y estímulos económicos; algunos editores aumentan su oferta y bajan así sus precios, pero no todos, algunos solo se quedan con el beneficio.
3. c) “los libros deberían ser gratis”; esto es imposible en la realidad; aunque el gobierno regala millones de libros de texto y de literatura mediante diferentes programas, no todos pueden ser gratuitos.
4. d) “hay prioridades más urgentes que comprar por libros”; comprendo el punto, aquí poco se puede decir.

En México, los libros no son caros, aunque muchos lo crean; tampoco son baratos, ni tendrían por qué serlo. Es uno de los pocos productos cuyo precio de venta es equilibrada, congruente, precisa y hasta clara. El PVP del libro en México, comparado con otros países, no es alto ni bajo, es moderado. En promedio un libro acá se ofrece en $250, poco más de los $207.44 del salario mínimo diario en la CDMX.

Insisto, no es que sea regalado, pero no es tan oneroso. Hay cosas de precios más elevados que compramos con frecuencia y sin regateo, como ropa de marca, bebidas alcohólicas, adornos para autos, lencería, televisiones o smartphones. No se trata de comprar libros y morir de hambre, tampoco de despreciarlos solo porque cuesten algo.

Además, los libros en México no tienen IVA (16%), una gran ventaja. Con dicho impuesto el PVP promedio sería de $290. Extrañamente, hay que agradecer a quien lo ha dejado así por tanto tiempo.

Mi recomendación es que busques una buena opción de lectura, que de mucho sirve en la vida. Puedes hacer un plan, digamos, comprar un libro por mes o uno por persona en casa, una tanda, ahorrar en un cochinito, visitar librerías de viejo… Como sea, adquiere libros, son una de las mejores inversiones que puedes hacer en tu vida y en la de los tuyos.

Compra libros, aunque sea por rebelde, o desobediente, o reaccionario, o por capricho, pero hazlo, porque es una práctica que ayuda a todos en este país, incluidos los autores, que mucho agradecemos tus compras, recuerda que hacemos lo posible por darte algo de calidad por el precio que pagas. Gracias.

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