El humor es un valor para la vida. No es vital, pero sí vivaz. ¿Podrías vivir sin humor? No te engañes. Por más refunfuñón que seas, habrás reído hasta el dolor algunas veces. Incluso en la desgracia, reímos, es indispensable para los humanos. Sin humor, ya nos habríamos extinguido.

Escribo con humor por razones humanas, humanistas o humanitarias. Lo hago porque tú lo necesitas, y yo también. Nunca lo hago por lástima, me tomo en serio el humor. Leo textos humorísticos o que incluyan variables interesantes, de donde adquiero herramientas como ironía, juegos de palabras, metáforas, sátira, parodia, humor blanco y sarcasmo (el mejor).

Escribir no es fácil; hacer reír, menos. Es un acto de generosidad, no mío —yo odio a la humanidad—, sino del lenguaje mismo. Con sus significados, su polisemia, su metábola, sus retruécanos y no sé qué tantas cosas del español (no aburras, Zetina, porfis) pueden generarse las oraciones más hilarantes, graciosas, humorísticas, risueñas, chistosas y chuscas para la chusma.

Aquello que aprendas riendo (e imaginando) lo fijarás mejor. No es que dé clases, solo tengo la manía de sacar de los cajoncitos de mi mente información para exponerla de forma agradable, lejos de aquellas aburridas, fofas y sindicalistas clases que daban mis maestras en la educación pública. ¡Hasta la risa, siempre, camaradas estudiantes!

Reír es compartir, la risa es contagiosa. No te conozco en persona, pero disfruto imaginarte riendo como enfermo mental en la banca del parque mientras lees mi columna. Así, tú y yo somos uno mismo, pues yo rio como idiota al teclear mis necedades. El humor es un fenómeno social, en especial cuando se tiene un buen canal, como La Unión de Morelos, el mejor diario de Cuernavaca, México y el Mundo.

Escribo con humor porque hay demasiada gente amargada por ahí, provocando una hueva terrible y dando un asco tremendo. Esos que dicen “yo no soy optimista, soy objetivo” (tu mamá, qué) y que se pasean con su jetota criticando a mansalva a quien sonría. Si eres uno de ellos (ellas, elles), deja de leerme, ridícula. No lo harás: en el fondo y en la soledad los pesimistas necesitan una pequeña dosis de cariño, digo, de humor, para sobrevivir.

Los escritores somos serios. Yo lo soy, aunque no parezca. Contrarresto mi cara de serio, de intelectual, de enciclopedia escribiendo textos que me relajen y me bajen de la nube en la que ando. El humor es una forma de planear para aterrizar en la realidad, luego de los viajes psicodélicos que me doy con los libros que escribo, edito, corrijo, dictamino, diseño o imprimo. Cuando río, río; y cuando escribo serio, realmente lo soy. Dije serio, no aburrido.

No puedes quitarle lo serio a lo serio, como una investigación académica, un ensayo político, un epitafio o una carta al padre. No todo puede tener humor (no insistas). Incluso frente a la muerte, nos detenemos, respiramos, lloramos como chiquillos y ya luego nos reímos. El humor es una virtud, no la solución a nuestros problemas (cuando menos, no es un embrollo más).

Vivir sin humor sería un error, la vida sería más aburrida que tu rutina de lunes a viernes yendo a la oficina, ¿no crees? En la vida hay que disfrutar y una forma es sonriendo, riendo, carcajeando, desternillándose de la risa, muriendo de un paro cardíaco de tanto reír. Eso último, no tanto. Además, recuerda que, como dice el dicho refinadamente ñero: entre risa y risa, la ropa se desliza. Espero que lo entiendas, si no, además de no reír, menos vas a ligar.

La mitad de mi escritura incluye humor, la otra parte es muerte y destrucción (en serio), eso me da un balance personal y frente a mis lectores. Hacer reír y llorar a personas que no conozco, ese es mi destino y me encanta. ¿Te gusta mi columna? Dios cuide tu mal gusto. Gracias forever, te loviu mil. Ya en serio, agradezco que hayas reído conmigo este año, que se nos va como se fue el último amor de tu vida.

¿Ya hiciste tus compras de culpa? No regales amor, regala mis libros. Escribe para saber cuáles tengo impresos o visita mi librería virtual.

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