Hablaré de diez ideas en torno a la comida, de forma arbitraria, en un listado, para que se vea menos peor:

1. Evito que comer sea solo una necesidad, pero es complicado; desde un enfoque pesimista, es absurdo hacerlo tres o cuatro veces diario; quizás nuestros paganos dioses sumerios lo hicieron para burlarse de sus maltrechas creaciones y aquí andamos cocinando o caminando a la fonda más cercana para satisfacernos. Quizás solo somos esclavos de nuestra hambre.
2. Los adultos más pránganas esperan que su mamita (o esposita) les sirva, no saben cocinar. ¿Todo macho analfalbeta mexicano tiene derecho a que le sirvan su comida calientita y sus tortillas a mano? En torno a comer hay mucho machismo. Un empleado de Sam’s (donde yo trabajaba) me acompañó a la comida corrida y al acercarse la mesera me comentó “Qué bueno que es mujer, no puedo recibir alimentos de otro hombre, no me los como”. Le pregunté sus razones y dijo: “Cocinar es de hembras, no de varones, ni que fuera yo joto, así debe ser”. De risa y de asco. No volví a hablarle al hunga-bunga aquel. ¿Tú qué opinas?
3. Me gusta que los alimentos sean algo grácil a todos mis sentidos: lindos a la vista, su aroma, su textura, cómo suena y lo que sabe. Limitar la comida a la boca es restrictivo. Se come con todo el cuerpo (a veces nos embarramos), con la mente (los recordamos o anhelamos), incluso con el corazón (deja huella).
4. La comida es algo complejo, no es necesario reducir dicha condición, no es simple, nunca lo será. Quienes piensan que comer es sencillo o básico tienen atrofiada su percepción de la realidad. Lo aprendí de niño cuando mi abuela daba las gracias, más o menos así en su versión extendida: “Gracias por estos alimentos, por todas las manos que tuvieron que ver para que llegaran a nosotros, el que ordeñó la vaca, el campesino que labró la tierra, la lluvia, los peones que ayudaron, los que transportan las mercancías, quienes lo vendieron y prepararon…” ¿Te la sabes?
5. A la comida se le atribuyen súper poderes que no tiene, por ejemplo, comer no te hace subir de peso, sino el abuso y la vida sedentaria, malos hábitos que provienen de la autoestima o la historia personal (traumas, asuntos no resueltos); no es responsabilidad de la comida el estado actual de tu cuerpo, hay que enfrentarse a uno mismo para equilibrar y seguir comiendo con placer y sin culpas. Conviene reconocer que, si la comida hace daño, no es porque la gente consuma algo malo, sino por el exceso de algo bueno.
6. Para mí no existe la alta cocina, tampoco la baja (ideas limitantes), solo la diversidad. Si existiera la alta cocina, no sería lo caro, sino lo que tiene un verdadero valor agregado, especialmente cultural. Tampoco se puede medir lo barato/caro por el precio de sus ingredientes: un salmón puede ser asqueroso y unos quelites suculentos. Depende del gusto y del contexto, no de la clase social de la comida, porque eso es una mentira. Hay buena cocina con la señora de las quecas y está ausente en las cartas de muchos restaurantes petulantes y fanfarrones, que poco ofrecen para sorprender. Si lo pienso, todo puede ser alta cocina si la hacemos con dignidad y pasión.
7. La mejor comida del mundo es la que más te gusta a ti, punto.
8. A pesar de que disfruto comer solo, creo que lo mejor de cualquier comida no es la comida, ni la bebida, ni el lugar, ni el momento, ni la época, muchos menos lo caro o pobre de las viandas, lo mejor siempre será con quién comparta uno ese momento de satisfacción.
9. La comida es amor: cuando damos o recibimos, es un acto de generosidad, solidaridad, compasión. Aunque también podría ser odio, no hay duda.
10. Gracias, dios (cuya demostración de su existencia es innecesaria), por los alimentos que comeremos hoy; pido porque nunca falte un rico plato en tu mesa y que en torno a la comida se compartan las pláticas más interesantes y conmovedoras. Amén.

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