No sólo habitamos muchas casas a través del tiempo, aunque sea la misma, también interactuamos de muchas maneras sus espacios. Bachelard ya mencionó la carga psicológica que tiene para nosotros el arquetipo del nido relacionado con el hogar y también hemos hablado de la cama como el objeto en paralelo y fuertemente vinculado al nido. La percepción de un lugar pequeño y escondido como guarida cambia y se amplía conforme obtenemos herramientas psicológicas que nos permitan mayor seguridad hasta abarcar la recamara como lugar de recogimiento. Es de notarse como poco a poco vamos dando mayor amplitud al espacio que sentimos como seguro. 

Antes de continuar con la exploración emocional de las áreas residenciales me gustaría hacer hincapié en que considero muy útil escribir una bitácora de viaje a través de las casas y los espacios en los que hemos existido dentro de ellas, sería de muchísima utilidad para cualquier individuo, pero primordialmente para el quehacer del arquitecto. 

Por un lado, se lograría que el profesional estuviera en contacto con la sensibilidad artística que debe ser fundamental en él, y por otro, tener la capacidad de extraer de las vivencias de los clientes sus propios espacios del pasado y las emociones que les generan. Sin duda se ofrecería un mejor servicio y cliente y arquitecto tendrían una herramienta más de comunicación interpersonal para lograr un diseño idóneo.

No miento, lograr obtener tal información es una faena bastante ardua porque hemos vivido demasiadas cosas en determinados espacios, en algunos más que otros, y eso significa recabar muchos datos lo cuales a través del tiempo prácticamente mandamos al subconsciente. Para esto el arquitecto o el diseñador de interiores se tiene que volver un poco detective, saber cómo buscar, y que preguntas hacer, pero para que esto sea posible ellos mismos necesitan resolver previamente la misma situación; conocer sus relaciones con las casas y espacios de su vida.

Hay que estimular la rememoración, plasmar los recuerdos y después identificar los malestares y alegrías que experimentamos en tales sitios para seleccionar los que nos son útiles y transformar esa sustancia en materia artística altamente maleable para la finalidad arquitectónica.

“La rememoración de lugares y estancias genera el recuerdo de acontecimientos y personas” dice Juhani Pallasmaa en su libro Esencias y cita a Antoine de Saint-Exupéry: “Yo era hijo de esa casa, llena de recuerdos de sus aromas, de la frescura de sus vestíbulos y de las voces que la habían amado. Y hasta el croar de las ranas en los pantanos venía a reunírseme”.

Las emociones y sentires que revivimos al recordar momentos en las casas del pasado no son cosa mínima como para no tomarse en cuenta en el diseño de la arquitectura residencial. Existe un ciclo que no termina: la arquitectura nutre nuestras vivencias y nuestras vivencias nutren la arquitectura y si no lo hemos ejecutado de esta manera, así debería ser, porque somos criaturas integrales que no podemos dejar a un lado nuestro sentir para habitar.

Pallasmaa también menciona “Las estructuras arquitectónicas reales, así como las imágenes y las metáforas arquitectónicas recordadas, se utilizan como recursos para la memoria de tres maneras diferentes: en primer lugar, materializan, conservan y hacen visible el paso del tiempo; en segundo lugar, concretan la rememoración al contener y proyectar los recuerdos; y, por último, estimulan e inspiran tanto nuestra evocación como nuestra imaginación”.

“Quien no puede recordar apenas puede imaginar, pues la memoria es el terreno donde crece la imaginación. La memoria también es el terreno de la identidad: somos lo que recordamos”.

Entonces el camino es recordar, plasmar, identificar y transformar en materia factible del artificio la cual a su vez sea herramienta para arquitecturar.