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Libros, sólo papel y letras


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Lectura 4 - 8 minutos
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Adquirir el hábito de la lectura tiene que ver mucho con un acto de amor y admiración. No importan los beneficios que nos pueda ofrecer, si no existen estos dos ingredientes, leer resultará lo más aburrido del universo. Los libros al final del día, si no los anclamos a un fuerte sentimiento, terminaran por parecernos un objeto más y nada más.

Los mediadores de lectura tenemos la misión de construir lazos emocionales entre personas y que al mismo tiempo se conecten con la pasión por leer. Para esto nos valemos de diferentes estrategias: dinámicas de lectura en voz alta, escritura, juegos, etc. Sin embargo, creo que no hay nada más fuerte que un vínculo emocional que se forma desde que somos pequeños. Obviamente el más fuerte e importante es el de los padres con sus hijos.

Toda esta magia que tienen los libros debes poder tener con quién imaginarla y vivirla, ya sea en la realidad o en la imaginación. Alguien real, alguien a quien hayas amado y admirado. Esa condicionante es necesaria para poder atravesar todos los mundos que nos ofrece -ya sean maravillosos o aterradores- la literatura. Al menos en un principio. Ya después volaremos solos, pero primero es importante arraigar las raíces.

Si no existe el cimiento, puedes pasar por los libros y el hábito de la lectura como pasar por una estación más del subterráneo que no tiene mayor relevancia. Dirás ‘¡Ah que bonita estación!’ y un segundo después se te olvidará mientras avanza el tren y su anden se pierde en la lejanía.  No volverás a pensar en ella el resto del día, del mes, del año, o de la vida entera.

Este vínculo con la lectura se forma con base en una cocción a fuego lento. Por eso no creo que sea suficiente una dinámica de nuestras salas de lectura, de tan un sólo día a la semana con una duración de dos horas de actividades y que sea total responsabilidad del mediador crear esos lazos. Formar a un lector proviene de un vínculo que no solo tiene que ver con la lectura y los libros, tiene que ver con la vida, con compartir muchas experiencias con esa persona especial, con ser también especial para ella.

Una vez que tienes anidados los libros en el corazón no puedes dejar de pensarlos, de soñarlos, de desearlos, de transformarlos en parte de tu esencia. Para que eso suceda se necesita de un calor especial para hacer la fusión, el calor de la autoestima. Se necesita identificar a las letras con un lugar seguro y que allí junto con ellas también esté ese alguien que proteja tu vida e integridad a capa y espada

Mi padre me leía historias de aventuras en la noche, pero tampoco lo hacía diario, ni tampoco eran historias específicamente para niños o con unas actividades especialmente diseñadas para que yo me enamorara de la lectura. Pero lo que si sucedía era verlo a diario leyendo. Jugando conmigo. Haciéndome de comer. Llevándome a la escuela. Bañándome. Platicando conmigo. Enseñándome a pintar o usar herramientas. Inculcándome el amor por los animales.

Mi padre tenía muchos defectos. Obviamente a esa edad yo no lo sabía. Cuando eres niño eso pasa a segundo plano cuando lo esencial está presente. Lo más importante fue que casi siempre estaba conmigo tratándome con amor y respeto. Y a pesar de su realidad, él era para mí el adulto más genial del universo, el que se tomaba la molestia de hacer evidente mi existencia.

El ingrediente para arraigarnos a cualquier cosa genial del mundo primero tiene que suceder. Es que alguien nos mire como si fuéramos la creación más hermosa del universo cuando somos niños. No hablo desde la egolatría, hablo desde el amor, desde la admiración desde el orgullo que siente alguien que ve crecer y desarrollarse a otro ser humano a la vera de su guía.

En mis primeros ocho años de vida esa persona fue mi padre. Ya después me di cuenta de muchas otras realidades.

Aunque mi padre ya no esté, cada uno de los libros que he leído los relaciono con él y no porque los haya leído con él sino porque el gusto y la imitación nacieron a partir de él. Entonces cada historia leída es un eslabón que me une a la infancia que viví a su lado, a esos recuerdos que ya son lo único que queda. Mi pequeña biblioteca, formada en su   mayoría de libros que ya leí, es como tener cofres que resguardan un pedacito del tesoro que son mis emociones y sentimientos. Tal vez los mediadores de lectura también tendríamos que sensibilizar sobre este tema para que todo fuera más sencillo y fluyera mejor, porque creo que no es tan evidente.

También sucede que a veces no hay humanos disponibles para amarnos. Sucede que a veces nuestros padres tienen que trabajar y no hay abuelitos, ni hermanos, ni nadie disponible. Hay muchísimas razones para que esto ocurra y no es una situación poco común. En ocasiones estas personas están, pero tienen obstruida la vena del amor. Allí es cuando pueden llegar a salvarnos los animales, particularmente los perros.

No importa lo dañado o lastimado que estés, el perro siempre detectará en ti lo bueno que tienes, aunque sea poco, aunque estés totalmente roto. Incluso puedes ser un monstruo y un perro siempre te va a dar la oportunidad de ser amado. Lamentablemente para los perros, esta característica bondadosa de su carácter juega en su contra. Pero, bueno, esa es otra historia. Los perros siempre están allí para salvarnos del mundo y de nosotros mismos.

Desviándonos un poco al tema de los perros y sus genialidades, resulta que el martes llevé por primera vez mi sala de lectura Macrocosmos de Imaginerías a niños de cinco años. A las diez en punto de la mañana entré acompañada de Dori mi perralabrador de 11 años. La cita fue en el patio central de una escuela, en el área de césped.  

Las sillitas de los niños ya estaban colocadas en semicírculo alrededor de la mía, que también era pequeñita. Varios salones tienen sus puertas y ventanas en dirección a ese mismo patio.

Sin emitir un sólo ladrido, Dori se convirtió en un imán. Los niños que estaban en clase de educación física, en clase de baile y hasta los que estaban dentro de sus salones voltearon a verla con una enorme sonrisa. Los gritos no tardaron en escucharse sin importar que estuvieran en clases: ¡Hola perrito! ¡Miren un perrito! ¡Ven perrito ven! Y cuando salieron los pequeñines, a quienes les llevé a Dori, de inmediato y sin pensarlo se abalanzaron para acariciarla. Pienso que los perros son como héroes para los niños. Bueno, al menos yo así los veía cuando era yo pequeña. Ahorita también lo pienso, pero desde otra perspectiva.

Los niños estaban ávidos por saber de mi perra, pero sobre todo de contarme historias protagonizadas por ellos a lado de sus perros y por supuesto de jugar con Dori y su pelota. Me divertí mucho. Las cosas tan francas e inocentes que dicen los niños te pueden tomar de sorpresa, tanto para hacerte reír como para hundirte en una profunda y triste reflexión.

Mi intención es presentar de manera más directa esta alternativa amorosa en cuatro patas tanto para niños como para adultos con relación al hábito lector. Los perros siempre van a encontrar en nosotros ese niño que está dentro, por más oculto que esté, por más temeroso que sea, para invitarlo a salir y jugar moviendo la cola y con uno que otro beso perruno. Y qué mejor, como ya lo dije antes, que hacer un combo de maravilla juntando perros y literatura.

Tiktok: expedicion_nocturlabio

 

 

 

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Arquitecta, escritora, diseñadora, amante de los animales, la naturaleza y la aventura.

Dayan Casaña

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