Sociedad

¿Y tú, normalizas la violencia?

TXT Jordan De León
Lectura 3 - 6 minutos
Imagen tomada de la secuencia de un video que muestra el humo generado por la incineración con gasolina de dos hombres en Huitzilac el pasado miércoles.
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¿Y tú, normalizas la violencia?

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Imagen tomada de la secuencia de un video que muestra el humo generado por la incineración con gasolina de dos hombres en Huitzilac el pasado miércoles.
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Para hablar de normalización de la violencia es pertinente recordar que existen distintos tipos de violencia como: a) la violencia física, que se ejerce mediante aquellas acciones que lastiman físicamente el cuerpo de un individuo sin su consentimiento; b) la violencia psicológica, ya sea individual o social, que se realiza mediante las palabras, los estereotipos y prejuicios que categorizan a la sociedad; c) la violencia estructural, contenida en situaciones de miseria y opresión;  y d) la violencia de espectáculo, configurada como producto de  consumo masivo que atrae la mirada y, a su vez, la desaprobación, y que caracteriza  buena parte de la ambivalencia de la violencia que por un lado asusta, pero por otro fascina. 

A su vez, los medios de comunicación masiva han jugado un papel relevante en la aprehensión de lo que hoy conocemos como normalización de la violencia, ya que han sido los principales promotores de la violencia como producto de consumo masivo para los receptores, lo cual forma parte de una nueva educación frente a lo terrible y lo fascinante de la espectacularización de violencia en el capitalismo cultural, que se ha desarrollado como una aparato discursivo que inserta la  normalización de la violencia en el imaginario colectivo, deviniendo en un fenómeno social que distancia a las personas de sí mismas y provoca la desensibilización, indiferencia, resignación ante las situaciones que conllevan violencia, así como que los espectadores se paralicen y piensen que la violencia ya no tiene remedio, que ya no hay crítica o acción posible mas que la contemplación de ver si lo estetizado es de mal o de buen gusto.

En palabras de José Alberto Sánchez Martínez, el capitalismo cultural ha desarrollado una nueva educación frente a lo trágico, junto con una pedagogía, la del acoplamiento a lo terrible, a lo banal, a lo efímero, a lo inmundo. Para aceptar la tragedia la sometemos a la pedagogía del distanciamiento de sí mismo, porque la tragedia en el capitalismo cultural se experimenta sin el sí mismo, aun cuando se piensa lo contrario, que nuestra cultura es una cultura del apego a sí mismo como ninguna otra.

El distanciamiento y el acoplamiento mencionados por Martínez, como parte de las secuelas de la normalización de la violencia, permean en el imaginario colectivo, ya que al estar saturado de estas imágenes se quita valor a las vidas humanas que se pierden y para el espectador se transforman en pedazos de información fragmentada y espectáculo. El distanciamiento mencionado no es solamente una consecuencia de la influencia de los medios, sino que también es un mecanismo que ayuda al espectador a crear distancia y evitar por un lado el dolor y por otro, la responsabilidad ética de ser testigo de tales atrocidades.

Los medios de comunicación masiva se vuelven agentes que fomentan la normalización de la violencia en los receptores posibles porque estetizan, es decir, manipulan el objeto exhibido para lograr un efecto espectacular al grado de quitar el valor crítico: se privilegia dicho efecto y la crítica a la situación que causa la violencia se diluye hasta casi desaparecer.

Como expone Alina Cabrera González, la normalización de la violencia la podemos entender como un fenómeno social que deriva de un proceso de resignación, acostumbramiento o cotidianidad ante los actos y situaciones que conllevan que la sociedad racionalice y justifique la violencia dependiendo de quién y para qué se ejerza. Por ejemplo, la normalización de la violencia ejercida desde el Estado se justifica y se racionaliza a través de los medios de comunicación, como parte de una solución para controlar y juzgar la violencia ejercida fuera de la autoridad del Estado. Y esto para el fenómeno de la normalización en todos los contextos socioculturales posibles.

Por tanto, si enlazamos el proceso de normalización de la violencia, que es un fenómeno constante en cualquier sociedad, con la consecuencia de la insensibilidad que termina produciendo la saturación mediática de las imágenes atroces, se concluye que la violencia se explota como un espectáculo que propagan los medios de comunicación masiva para ser consumida desde el confort burgués. (Susan Sontag). Lo anterior provoca que la violencia en sí se perciba como algo tan cotidiano a lo que el ciudadano tiene que resignarse, sin importar el contexto donde se presente.

Por último, en cuanto al cine mexicano, como uno de los medios más masivos de comunicación, es importante resaltar que se ha formado un lazo entre los contextos sociales y las tramas que enmarcan la normalización de la violencia como un producto de consumo, para vender más y postularse como discursos críticos cuando en realidad también muchas veces se han vuelto reproductores y transmisores de dicha normalización. Aunque relatos cinematográficos como Los Olvidados, de Luis Buñuel, aparentan presentar una crítica o un desafío a los estereotipos de la violencia presentados en películas como las de Emilio “El Indio” Fernández, al final sólo plantea nuevos parámetros para justificar la violencia estructural y cotidiana que provocan la insensibilización de los espectadores y su resignación ante las situaciones de violencia que son estetizadas como parte de una identidad nacional en que la crítica queda desfasada a un lugar incómodo donde es fácil olvidar.

Entonces ya no sólo se trata de estereotipaciones, sino de toda una identidad nacional que se ve dividida en dos, víctimas y victimarios, lo que postula a la película de Buñuel como un medio de comunicación que normalizó la violencia mediante su espectacularización desde una estética surrealista que incentivó el consumo de productos culturales  en los que la crítica a la violencia se diluye.

Agradezco la colaboración de Alina Cabrera González  -crítica y activista contra la normalización de la violencia- en la elaboración de este análisis. 

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