En Morelos, los maestros fueron definitivos para la creación de la cuenca cardenista que en ese momento se integró en los Estados de México, Guerrero, Oaxaca, Michoacán y la tierra de Zapata, lo que provocó que aquí se reconocieran como perdidos 2 de los 4 distritos federales que se tenían en aquella época; derrota que en Morelos hasta los priistas le adjudicaron a Antonio Rivapalacio.
La inconformidad de los maestros en contra del autoritarismo del grupo de Carlos Jonguitud era creciente, asegura Fidel Demédicis Hidalgo, y en Morelos se manifestó de forma permanente. La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación nunca impuso el voto corporativo a favor de ningún candidato. En aquel momento, por convicción los educadores de Morelos, en su mayoría, apoyaban el proyecto del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.
La parte oficial de la Sección Sindical XIX estaba en crisis; acababa de arribar a la Secretaría General Froebel Flores Quintero, y estaba curando cicatrices luego del conflicto entre los maestros de Cuautla y de Cuernavaca por el control del estado.
Lo que permitió la organización magisterial rumbo a la elección, misma que reconoce que disminuyó ya en el proceso de las movilizaciones poselectorales.
El 6 de julio de 1988, en la única elección que se realizo un miércoles, luego de la histórica “Caída del Sistema”, se informó que el PRI a nivel federal había obtenido 9 millones 700 mil votos. Morelos aportó 95 mil, es decir, el 1 por ciento. Lo que obligó al entonces gobernador a iniciar una serie de negociaciones en el centro del país, primero para informar las causas de la derrota y posteriormente para conocer cuáles serían los distritos que le serían entregados al Frente Democrático Nacional, en aquella histórica negociación para lograr el reconocimiento del triunfo de Salinas de Gortari.
Morelos enfrentaba una situación compleja; el 20 de marzo del mismo año, Antonio Rivapalacio había logrado obtener el triunfo con el 78 por ciento de la votación a su favor, sobre los candidatos de una oposición inexistente y que estaba representada en las boletas por Herminia Sosa Santos, por el PPS; Ubaldo Mendoza Ortiz, del PAN; Manuela Sánchez, del PFCRN; Pablo Guerrero, del PDM, y María de Lourdes Gorostieta, del PRT.
Para la elección del 6 de julio, Alejandro Mojica Toledo fue el candidato a diputado federal del primer distrito (Cuernavaca). El propio Salinas de Gortari reunió a un grupo de candidatos a diputados de diversos puntos del territorio nacional para invitarlos a aceptar los resultados y ofrecer un compromiso de espacios de participación en la estructura gubernamental. El asunto era que nadie decía cuáles eran los distritos que se habían perdido y cuáles se ganaron.
“Yo tenía resultados que señalaban que en este distrito el PRI era el que más sufragios tenía en la votación para diputados federales. Para otorgar la mayoría a Mario Rojas Alba, en el centro del país anuló un registro y el simpatizante del Frente Cardenista apareció de una día para otro, registrado por dos fuerzas políticas y así se le reconocía el triunfo”, señala Alejandro Mojica.
“La defensa de mi distrito, añade, no pudo llevarse a cabo, porque al gobernador de ese entonces, Antonio Rivapalacio López, no le interesó mi caso. Así lo confirmé en la última visita que hice a Guillermo Fonseca, líder nacional del Sector Popular, al que yo pertenecía, cuando él me indicó que mi caso no le interesaba al entonces mandatario estatal, que en ese momento salía de la oficina de la calle de La Fragua en la Ciudad de México”.
De ahí, comenta Mojica Toledo, “fui a reunirme con el doctor Lauro Ortega a su casa en Xochitepec. Luego de que le expliqué el resultado de mis reuniones y la instrucción que tenía de llevar unos documentos al Congreso para que se defendiera mi caso, el mismo ex mandatario me dijo que no tenía caso, que no me permitirían rendir protesta”.
Representaron a Morelos en aquella legislatura, por el primer distrito y por el PPS, Mario Rojas Alba; por el segundo distrito y por el PFCRN, Carlos Sánchez Mendoza; Saturnino Solano Pérez y Pablo Torres Chávez, representaron el tercer y cuarto distrito, y al PRI, en esa LIV legislatura, se integraron 262 diputados por el PRI, 137 por las fuerzas que integraban el Frente Democrático Nacional, y que significaron la plataforma legislativa para la creación del Partido de la Revolución Democrática. Por su parte, el Partido Acción Nacional integró a 101 representantes populares.
Este número de legisladores corresponde aproximadamente al porcentaje de votación que obtuvieron los candidatos a la presidencia de la república. Luego de la calificación de los 300 distritos electorales, se determinó que el PRI tenía 9 millones 700 mil votos, es decir, el 48 por ciento. Manuel Clouthier se llevó el 16.20 por ciento, con 3 millones 200 mil votos; Cuauhtémoc Cárdenas obtuvo, según las cifras oficiales, a través de sufragios a favor del PPS, PARM, PMS, y PFCRN casi 6 millones de votos, lo que significó el 31 por ciento. Rosario Ibarra de Piedra del PRT tuvo 75 mil votos y Gumersindo Magaña del PDM se llevó 190 mil.
Los distritos que fueron reconocidos al FDN en Morelos tenían como candidatos priistas a Alejandro Mojica Toledo, joven empresario, que en el sexenio del doctor Lauro Ortega Martínez había sido diputado local por el segundo distrito y también era secretario general del Sector Popular, responsabilidad que realizó incluso durante la campaña de Antonio Rivapalacio como gobernador. Lo consideraban un hombre cercano a Ortega Martínez, a Gonzalo Pastrana, líder de la Federación de Trabajadores de Morelos, y candidato a diputado federal. Era un precandidato fuerte a la gubernatura en 1988.
EL ARRIBO DE RIVAPALACIO.
La designación de candidato a gobernador de Morelos era la última nominación que realizaba para una entidad el presidente en turno. Luis Echeverría determinó que la candidatura de Morelos fuera para Armando León Bejarano, José López Portillo envió a Lauro Ortega Martínez; Miguel de la Madrid, a Antonio Rivapalacio; Carlos Salinas de Gortari, a Jorge Carrillo Olea.
Esta designación propiciaba que el mandatario estatal en turno se enfrentara la necesidad de construir acercamientos con el gobierno federal; Lauro Ortega se enfrentó a Miguel de la Madrid y realizó obras y proyectos que advertían la diferencia de hacer política entre los jóvenes “tecnócratas” que encabezaba Carlos Salinas de Gortari y el ex presidente del CEN del PRI, como mandatario estatal.
La construcción del Aeropuerto Mariano Matamoros, la carretera de Cañón de Lobos, el programa de bolillo popular y aquella máxima de que “Si Morelos puede, México puede”, cuando aquí reducía el precio del pan blanco mientras se incrementaba en el resto del país, cuando disminuía algún impuesto en tanto en la federación se incrementaban y cuando, mientras el gobierno federal enfrentaba una inflación superior al mil por ciento en seis años, el doctor otorgaba a los trabajadores de base de su gobierno un aguinaldo de 3 meses como reconocimiento al esfuerzo que realizaron durante su gestión.
Estos antecedentes, y la derrota de julio, complicaron el inicio del gobierno de Antonio Rivapalacio. Durante los primeros 3 años, las visitas presidenciales fueron limitadas, los apoyos desde el centro del país y el reconocimiento a la entidad disminuyeron; Carlos Salinas removió en los primeros 2 años a los gobernadores de las entidades, donde fue más clara su derrota. Sólo quedó fuera de la lista de la Cuenca Cardenista, Morelos.
Fue complejo para Rivapalacio justificar en el escenario nacional el que en la transición de la entrega de poder local el PRI disminuyera un 30 por ciento en el ánimo de los electores, sobre todo cuando la elección en la que él había triunfado se había logrado con el “carro completo”.
La última responsabilidad política de cada gobernante siempre ha sido la realización de la elección de su sucesor. Una manifestación de disciplina siempre fue dentro del PRI la garantía de que el siguiente mandatario asumiera la gubernatura en un clima de tranquilidad social y orden político. En Morelos esta tradición se rompió en el 2000. En 1988, el presidente del PRI Morelos era Marcos Manuel Suárez Ruiz; para la elección de marzo, para la de julio ya había sido designado Rubén Román Sánchez.
Los diputados de distrito de aquella legislatura fueron Víctor Saucedo, Yolanda Gutiérrez, César Cruz, Vicente Peralta, Delfino Castro, Rafael Millán, Tomas Osorio, Enrique Rodríguez Sosa, Garibaldi Santoyo, Emiliano Morales y Jorge Rodríguez y Rodríguez. Y los plurinominales eran Jesús González Otero del PAN, Andrés Gabino Martínez Toledo del PMS y por el PFCRN Isabel Quevedo Placencia.
El dirigente del Partido Revolucionario Institucional para las elecciones de 1988 era Marcos Manuel Suárez Ruiz.
LA INFLUENCIA DEL DISTRITO FEDERAL
La anticipación que tenían hasta 1997 las elecciones estatales, con las federales, convirtieron a Morelos en laboratorio de experimentos políticos; en 1988, se habían desarrollado en la entidad diversos proyectos que advertían una diferencia entre la forma de gobernar a esta entidad con el resto del territorio nacional. Por ello, dicen, no tuvieron problema los priistas para sacar adelante la elección de marzo; la de julio se complicó porque atendía más al sentir de los morelenses, con el Distrito Federal, región a la que querían tener más alejada de los 90 kilómetros que marca la autopista.
A ello se agrega a la determinación de las dirigencias de los 2 sindicatos más poderosos del país de aquella época: el petrolero, bajo el mando de Joaquín Hernández Galicia, y el de los maestros de Carlos Jonguitud Barrios de enfrentar al precandidato y luego candidato priista a la presidencia, Carlos Salinas de Gortari, y apoyar en forma velada o abierta al candidato del FDN Cuauhtémoc Cárdenas.
Ya siendo presidente Carlos Salinas de Gortari, en enero de 1989, Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, fue encarcelado acusado de un homicidio y posesión ilegal de armas de fuego, Carlos Jonguitud fue senador por el estado de San Luis Potosí; luego de meses de movilizaciones magisteriales, fue designada líder del SNTE Elba Esther Gordillo.
En Morelos, aseguran que la Sección XIX apoyó veladamente al FDN y los simpatizantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, o disidencia magisterial, la apoyaron abiertamente. Posteriormente se integraron al Partido de la Revolución Democrática.
El resultado obtenido en aquella elección tuvo un impacto en las expresiones políticas. El PRI inició un proceso de unificación que le permitió sacar adelante las elecciones de 1991 y 1994 con carro completo, en los distritos federales, locales y las senadurías. Los partidos de izquierda se aglutinaron en el PRD; incluyen a la estructura magisterial, a la que pertenecen Fidel Demédicis, Isaías Cano y Gumersindo Toledo, así como Julián Vences, quien se integra luego de la elección. Entre otros y el PAN, dio paso a la generación a la que se integran José Luis del Valle, Adrián Rivera, José Raúl Hernández, Óscar Sergio Hernández Benítez, Ema Margarita Alemán y Sergio Álvarez Mata.