Cada 27 de junio se conmemora el Día Internacional de la Sordoceguera, con el propósito de generar conciencia sobre esta condición que afecta a personas en todo el planeta.
Esta fecha fue elegida en honor al nacimiento de Helen Keller (1880-1968), destacada escritora y activista estadounidense, considerada una figura emblemática en la historia de las personas con sordoceguera.
Aunque esta jornada se ha conmemorado desde hace tiempo, fue hasta 2025 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas la reconoció oficialmente, a través de la Resolución A/RES/79/294, adoptada el 3 de junio.
El principal objetivo de este reconocimiento es visibilizar la sordoceguera como una discapacidad única, con características y necesidades propias que no pueden ser cubiertas únicamente por los enfoques dirigidos a personas sordas o ciegas.
Esta condición afecta gravemente tanto la audición como la visión, lo que impide que uno de estos sentidos compense la pérdida del otro. Por esta razón, quienes la padecen enfrentan desafíos muy particulares que dificultan su inclusión y participación en la sociedad.
La falta de reconocimiento de la sordoceguera como una discapacidad diferenciada contribuye a la marginación de quienes la viven, por lo que su oficialización representa un paso fundamental para garantizar sus derechos y su plena visibilidad.
Helen Keller simboliza la superación de obstáculos y la lucha por la inclusión. A los dos años, contrajo una enfermedad que le provocó la pérdida total de la vista y el oído. Gracias al apoyo de sus padres y a su propia perseverancia, logró graduarse en la universidad, convirtiéndose en la primera persona sordociega en alcanzar ese logro.
Con el tiempo, Keller se convirtió en una incansable defensora de los derechos de las personas con discapacidad. Representó a la Fundación Americana para los Ciegos y alcanzó reconocimiento internacional por su labor. Incluso visitó la sede de la ONU en Nueva York en 1949.
En cuanto a las principales necesidades de las personas sordociegas, destacan varios aspectos esenciales para su bienestar y desarrollo:
• El derecho a desarrollar al máximo sus capacidades como cualquier otra persona.
• Acceso a servicios especializados en áreas como educación, salud y empleo.
• Enseñanza del lenguaje oral, fundamental para su comunicación con el entorno.
• Apoyo constante mediante intérpretes que faciliten su interacción diaria.
• Condiciones de vida dignas y asistencia adecuada en la etapa adulta.
• Participación activa en la vida social y acceso a actividades recreativas.