Más allá de su popularidad como medicamento para bajar de peso, el Ozempic podría tener un beneficio médico mucho más relevante: ayudar a tratar —e incluso revertir— la enfermedad del hígado graso. Así lo reveló un estudio clínico publicado el 30 de abril en el New England Journal of Medicine.
El fármaco, cuyo nombre genérico es semaglutida, fue desarrollado inicialmente para tratar la diabetes tipo 2, pero con el tiempo se popularizó por su eficacia para reducir el apetito y facilitar la pérdida de peso. Sin embargo, una nueva investigación sugiere que también podría convertirse en una herramienta terapéutica para quienes padecen esteatohepatitis asociada a disfunción metabólica (MASH), una forma avanzada de hígado graso.
El estudio fue liderado por el Instituto Stravitz-Sanyal de Enfermedad Hepática y Salud Metabólica de la Universidad de Virginia Commonwealth y contó con la participación de 800 personas de 37 países con fibrosis hepática moderada o avanzada. A dos tercios de los participantes se les administró semaglutida durante 72 semanas.
Los resultados fueron prometedores: el 37% de los pacientes tratados mostró una reducción significativa de cicatrices en el hígado, además de perder peso y mejorar su salud cardiovascular y hepática general.
En México, donde casi el 50% de la población padece hígado graso, el hallazgo representa una posible alternativa de tratamiento. “Este fármaco no solo mejora la salud del hígado, sino que también actúa sobre las causas metabólicas que originan la enfermedad”, explicó el doctor Arun Sanyal, autor principal del estudio.
Aunque todavía se requieren más investigaciones para su uso aprobado específicamente contra MASH, los datos posicionan al Ozempic como una posible esperanza para millones de pacientes afectados por esta silenciosa enfermedad.