Turismo
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Agua Hedionda  Una mirada del año 1934

Agua Hedionda Una mirada del año 1934

Agua Hedionda Una mirada del año 1934
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Agua Hedionda atrae cada día con mayor fuerza a los turistas a su gigantesca piscina, porque el atractivo de sus saludables aguas, une el de ser este bello lugar el señalado por ese imperativo qué llamamos Moda, y el placer de reunirnos en sus orillas con lo más selecto de las sociedades residentes en la capital de la república y en las capitales de los estados del centro, y además nos proporciona el goce de su clima siempre maravilloso y de su cielo siempre azul.

Los que no conocen este balneario deberían conocerlo, y, más que nunca, ahora que la honradez y el entusiasmo de los señores don Othón Flores y don Arturo M. Cortina, Presidente y Secretario de su Junta de Mejoras, han tomado bajo sus auspicios la realización de importantes obras para comodidad de los visitantes, tales como la instalación de departamentos, vestidores más amplios, servicio de lavado de ropa, etc., etc.

Y realmente todas estas mejoras y la delicada cortesía del señor don Miguel Romero, Administrador del balneario, obligan a quién una vez lo ha visitado a volver con mayor deseo y ser su mejor propagandista.

Estos son los motivos de la preferencia de nuestro mundo chic por Agua Hedionda, éstos también los que explican el entusiasmo que en los turistas se ha despertado por conocerlo, si no lo conocen, o por volver a gozar de todos los atractivos que les ofrece si anteriormente vivieron algunas verdaderas horas ideales en este lugar de esparcimiento.

Dieciséis mil bañistas, nada menos que dieciséis mil, gustaron del placer de reunirse en el balneario, consagrado por nuestra señora la Moda, durante la Semana Mayor recién pasada [1934], y, el número crecerá indefinidamente porque el espíritu no podrá saciarse nunca de los deleites que el aire libre, el agua salutífera, el cielo límpido y la alegría reinante le proporciona en Agua Hedionda.

Agua Hedionda. Recuerdo de horas pasadas en clima tropical, vegetación exuberante que remoza la sangre derramando juventud y alegría de vivir sobre toda la naturaleza, sobre el humano corazón.

Agua Hedionda, fiesta del sol y el agua, fiesta de la salud y el músculo, fiesta de la belleza, manifestada en cada una de las mujeres hermosas, que dejan al agua acariciar su cuerpo cuando con movimientos gráciles se deslizan, ondinas de este siglo, sobre la azulada superficie; o cuando en gracioso gesto se sumergen para aparecer un poco más allá, salpicado, el rostro terso, de diamantes.

Agua Hedionda, alegría bullanguera, risas y palabras jocundas, que tintinean al rodar de unos labios rojos y quiebranse sobre el cristal del agua.

Agua Hedionda, descanso del espíritu que se aniega de luz, para verterla después en quién sabe cuántos poemas o en quién sabe cuántos cuadros, que de otra manera hubieran tenido melancólicos matices de barrio populoso, vejeces que se inclinan exangües sobre el suelo negro de nuestras ciudades o se asoman mustias a los balcones de una luz que parece su máscara.

Agua Hedionda, deseo de renovar aquellas horas de ilusión gozadas en tu balneario, ambición de vivir esos momentos cosmopolitas, cómo ambicionaríamos volver a Costa Azul, a Biarritz, a Deauville o a cualquiera de esos balnearios aristocráticos de la vieja Europa, a los que nada tenemos que envidiar.

Agua Hedionda, memoranza de encuentros felices que dejaron un ensueño y un amor en el pecho, un hervor de sangre en las venas y una imagen querida, una imagen de mujer en la imaginación, y en lo más íntimo de nuestros corazones.

Agua Hedionda, que sabes de todos esos instantes pasados cabe tus aguas, que eres la confidente de nuestros idilios, que recogiste nuestras risas, que saboreaste juntamente con nosotros tantas ilusiones, volveremos a ti, disfrutaremos nuevamente de tu sol y de tu cielo y de tu aire perfumado como una cabellera de mujer, volveremos para ver otra vez los gestos picarescos y escuchar las risas alegres de tus ondinas y sentir las caricias de tus aguas azules como tantos ojos en que los nuestros se miraron sorprendidos. Agua Hedionda, fuente de juventud y amor, volveremos a ti, para que nos devuelvas amor y juventud.

 

 

TEXTO:

VITRAL REVISTA DE PROVINCIA DE 1934

ARCHIVO HISTÓRICO UAEM-AEC

 

FOTOGRAFÍAS:

ARCHIVOS UAEM-3RÍOS

ADALBERTO, ERNESTO Y ADALBERTO

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