La inteligencia artificial (IA) comienza a transformar el campo mexicano, aunque su adopción aún es limitada. Solo el 15% del agro nacional utiliza herramientas digitales para optimizar cultivos, pero los beneficios son claros: reducción de costos, mayor productividad y un mejor manejo frente al cambio climático.
En zonas como Chihuahua, productores de nogal y vid ya emplean sistemas inteligentes de riego, mientras que en el Bajío y Baja California se usan plataformas como FieldView para monitorear rendimientos de berries y jitomates. Estos avances han permitido ahorros de hasta 20% en costos operativos y aumentos de productividad del 15%.
En la industria alimentaria, la IA ha logrado reducir hasta en 70% el desperdicio de alimentos y en 34% los riesgos de inocuidad, según especialistas como Carlos Chiang, CEO de Neurotry. Además, los modelos predictivos detectan patógenos con 98% de precisión, lo que extiende la vida útil de los productos.
El reto, advierten expertos, no es solo tecnológico. Se requiere inversión en conectividad, capacitación y colaboración entre agricultores, gobiernos y desarrolladores. En algunos casos, como en Ensenada, sensores inteligentes han sido desactivados por falta de red 5G, y aún persiste desconfianza entre productores mayores.
A nivel internacional, países como EE.UU., India y Países Bajos ya muestran resultados con IA en el agro. México avanza más lento, pero con potencial, gracias a su agroindustria exportadora, talento joven e iniciativas como AgroScan o el chatbot Rurusi, que ofrecen soluciones desde el campo mexicano.
El futuro de la agricultura podría estar en estas herramientas, que no reemplazan al agricultor, pero —como dicen algunos— “le dan superpoderes”.