De cuando en cuando suelo echarme un clavado en cierta plataforma digital de ventas en busca de algún libro o simplemente para curiosear. Fiel a esa costumbre, hacia finales de 2018 ingresé al portal sin tener en mente algún título o autor en específico. Como dicha plataforma recoge miles y miles de libros, tecleé el nombre de un escritor al azar.
En seguida se me desplegaron varios títulos, de los que llamaron mi atención tres, que tenían el mismo fondo. Movido por la curiosidad, accedí al perfil del vendedor para echar un ojo al resto de sus publicaciones.
No tardé en percatarme de que tenía disponible bastante material de autores consagrados y, por así llamarlos, «de culto». También destacaban libros que resultan difíciles de conseguir.
En ésas estaba cuando, de pronto, un libro me brincó a la vista. Más que el libro en sí, el nombre del autor, pues de inmediato me remitió a los Balcanes: Miodrag Bulatović. La obra en mención se titula El gallo rojo vuela hacia el cielo.
Jamás había escuchado, leído u oído nada acerca de ese autor. Mucho menos de la citada obra. Así que recurrí a un buscador para obtener alguna pista que me diera algo de luz respecto del libro.
Del autor hay algo de información en la red. En lo referente a la obra, encontré apenas si un par de reseñas que me convencieron de intentar hacerme del libro.
Dar con una buena novela es un acto fortuito. Lo de «buena» siempre es a criterio personal, a menos que haya una convencionalidad que la sitúe a esas alturas, como los grandes clásicos.
Ocurre que hay regiones o escritores a los que no se los toma en cuenta por el simple hecho de que escriben en una lengua con pocos hablantes o cuyos países suelen ser tomados como una subcultura.
Un ejemplo cercano es el del húngaro Imre Kertész (1929-2016), quien había sido poco conocido (y traducido) hasta antes de que le concedieran el Premio Nobel, en el año 2002.
Retomando el asunto del hallazgo, se cuenta que fue en 1961 cuando publicaron por primera vez en español una obra de la literatura balcánica.
No fue Ivo Andrić, ni Meša Selimović –dos de los escritores más importantes de la región–, sino un tal Miodrag Bulatović el primer autor de esa región europea al que tradujeron a nuestra lengua.
La obra es precisamente la novela El gallo rojo vuela hacia el cielo (Plaza & Janés, 1961), en cuyo prólogo se habla de las dotes del escritor y se lo coloca como una promesa de la literatura de los Balcanes.
De entrada, hay que decir que Miodrag Bulatović nació en la aldea de Okladi, que se ubica en Bijelo Polje, en el norte de Montenegro, el 20 de febrero de 1930.
Su recio nacionalismo serbio lo llevó a tener problemas con grupos étnicos de Yugoslavia. Aun así, se dio tiempo para dedicar su vida a la política y a la literatura. Y se agradece el hecho de que haya escrito, pues su novela es una obra que sorprende de principio a fin.
Tan es así, que la obra fue mencionada por el mismísimo Juan Rulfo en su columna «Retales» de la revista El Cuento y que rescató la editorial Terracota en el libro Retales (2008).
La historia comienza cuando un grupo de personas celebra una boda, en las inmediaciones de un cementerio musulmán.
Los invitados, ebrios y desenfrenados, poco a poco ponen color al día. Sin embargo, la novia parece impasible, casi abandonada por el novio, que es un joven –diríase que un niño– al que apenas si le interesa jugar.
Cerca de ahí reposa una mujer, Mara la loca, a quien le gusta echarse en el suelo y mirar el cielo.
Poco a poco desfilan personajes entrañables, tales como dos vagabundos que recorren largos caminos llenos de polvo, bajo el sol abrasador.
Ésta es una de las virtudes de Bulatović a lo largo de la novela: lleva al lector a sentir la hierba, a apreciar su aroma; hace que sienta los rayos de sol a plomo; huele al sudor de los personajes que combina, ora por la vida, ora por la muerte.
Que la boda se celebre cerca de un cementerio es acaso un símbolo de la fiesta como pleno goce de la vida y el destino final de los vivos, apenas a unos pasos del lugar.
Los invitados son personajes centrados en la ebriedad, más que en la pareja en sí; los mueve el deseo y el hecho de sentirse vivos: son seres llenos de vitalidad, muy a pesar de sus circunstancias.
Bien podría tratarse de una historia que más tarde habrían llevado al cine Slobodan Šijan (Ko to tamo peva, 1980) o el propio Emir Kusturica (Gato negro, gato blanco, 1998).
La obra contiene una fuerte carga de humor negro y un dejo de desolación. Es una novela que se disfruta de principio a fin. Los personajes son entrañables, el autor nos sumerge en su psique y llega un momento en el que las distancias se acortan de tal manera que uno se refleja en ellos hasta descubrir que no somos tan lejanos ni tan distintos.
El gallo rojo vuela hacia el cielo es, a fin de cuentas, literatura en su máxima expresión, una novela que debería ser rescatada y vuelta a publicar porque estoy seguro que el nuevo lector hallará en ella una obra para compartir y disfrutar como se disfrutan los libros que no tienen olvido.

TOMADA DE LA WEB
Miodrag Bulatović es considerado uno de los escritores montenegrinos más importantes y es uno de los más traducidos.

TOMADA DE LA WEB
La primera edición de la novela fue publicada en 1959.
