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El pensar les inspira odio.

Desprecian a los seres humanos.

Quieren ser máquinas […]

o mejor aún municiones:

bombas, granadas, esquirlas.

 

Ödö von Horváth

 

La construcción de sistemas políticos no puede ser sin la participación de la sociedad. Ya sea para bien o para mal, la complicidad –o pasividad– de la gente permite que los poderosos lleguen a serlo.

La ascensión del nazismo no se logró sola: hubo que convencer a la ciudadanía e inocularle las nuevas ideas que derivarían en lo que ya todos conocemos.

Entre la Primera y la Segunda guerras mundiales hubo un lapso en el que se gestó el horror. La generación de entreguerras creció con el primer conflicto a sus espaldas, pero con el segundo frente a sí. Acaso sin darse cuenta, o sin poner mucha atención, el monstruo creció y fue demasiado tarde cuando la realidad la alcanzó.

A este periodo –el de entreguerras– corresponde la novela que me permito recomendar esta semana: La Era del Pez (1937; Pomaire, 1979; traducción de Eduardo Goligorsky), del austrohúngaro Ödö von Horváth (Rijeka, Croacia, 1901-París, Francia, 1938).

La Era del Pez es protagonizada por un profesor de 34 años encargado de las clases de geografía e historia en un instituto para adolescentes.

La vida del personaje –del que se desconoce su nombre– parece transcurrir en calma, pero de fondo está el ascenso del nacionalsocialismo que ya permea en las sociedades más cercanas a Alemania.

El odio es transmitido a las familias a través de la radio y de altoparlantes. De esa forma, las cúpulas del poder consiguen que el grueso de la sociedad adquiera y aprenda las nuevas ideas y las acepte sin reparar mucho en ellas.

Así, el profesor se topa con jóvenes que se han adherido a los «ideales» del gobierno en turno. Lo comprueba cuando les encarga una tarea en la que respondan por qué son necesarias las colonias.

Odio, racismo, discriminación: he ahí una triada para colocarse en lo más alto del supuesto nuevo ideal. Los alumnos –casi todos– desprecian a los que no son como ellos; consideran a los negros como una subespecie al servicio de los blancos.

Pero estas ideas no sólo están presentes en los muchachos. Cuando el docente cuestiona a uno de ellos acerca de sus ideas y opiniones, al día siguiente aparece su padre para recriminarle el «atrevimiento» de considerar que los negros son personas: «¿usted enunció o no esa aborrecible idea suya sobre el problema de los negros…?» (p.16).

A raíz de ese desencuentro crece la tensión entre los alumnos y el maestro, a tal grado que firman una carta en la que le comunican que no desean recibir más clases de parte suya.

Días después, la historia da un vuelco. Como parte de la preparación de las nuevas generaciones en materia militar, deben hacer un campamento para realizar actividades ante la llegada de un «enemigo imaginario».

No todos los alumnos tienen buena relación. Hay pleitos entre algunos. De pronto, un suceso cubre la novela de suspenso, misterio y un tono detectivesco.

A partir de entonces, Ödö von Horváth desarrolla una serie de ideas en torno a Dios. Hay un Raskólnikov en el profesor que se plantea los dilemas morales y se sume en reflexiones que lo acechan a cada momento.

Todo ello permite al autor lanzar una crítica a la denominada clase media ante su pasividad que permitió el ascenso del mal. En este sentido, el título La Era del Pez alude a una etapa astrológica que es tocada por otro personaje, mediante la que se advierte que la llegada de una nueva era está próxima. Una era oscura.

La novela es breve con un estilo limpio y fluido. Se cuenta de Ödö von Horváth que era una de las grandes promesas de la literatura centroeuropea, pero su carrera se vio truncada a los 37 años, cuando un rayo cayó sobre un castaño del que una rama aplastó al escritor mientras caminaba por los Campos Elíseos, bajo una tormenta eléctrica, después de haber acudido a un cine. (Von Horváth tenía una premonición: decía que moriría fulminado por un rayo.)

A propósito de esta obra, Stefan Zweig refirió: «La Era del Pez es quizás el cuadro más realista que se ha escrito sobre aquella generación que creció en esos desesperados años entre ambas guerras mundiales. Nunca se ha expresado tan vivamente el apasionado deseo de aquella juventud de escapar de una atmósfera envenenada por los odios políticos y las pasiones sociales».

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