El Vaticano vivió una jornada inusual el 15 de noviembre, cuando el Papa León XIV reunió a más de 160 representantes de la industria cinematográfica en una audiencia sin precedentes.
Entre los asistentes se encontraban figuras internacionales como Cate Blanchett, Spike Lee, Viggo Mortensen, Monica Bellucci, Chris Pine, y directores como Gus Van Sant, Gaspar Noé y Albert Serra.
El encuentro, convocado por el Dicasterio para la Cultura y la Educación en el marco del Año Jubilar, buscó abrir un diálogo directo entre la Iglesia y el mundo del cine.
Durante su discurso, el pontífice lanzó una advertencia contundente: afirmó que el cine atraviesa una “crisis real”, marcada por la disminución de salas, la fragmentación del público y el impacto de los nuevos formatos digitales.
Alertó sobre una “preocupante erosión” de los cines en barrios y ciudades, recordando que estos espacios son “corazones palpitantes” de la vida comunitaria.
León XIV también expresó su inquietud por el ascenso de los algoritmos, que —según señaló— pueden privilegiar lo predecible sobre lo verdaderamente creativo.
Animó a los cineastas a defender la originalidad, la lentitud y el silencio cuando la historia lo amerite.
Además, los llamó a abordar temas como la pobreza, la guerra, la soledad y las adicciones con profundidad y honestidad: “El gran cine no explota el dolor; lo acompaña”.
El Papa subrayó el papel del cine como un vehículo para dignificar, interpelar y unir, más allá del entretenimiento.
Aseguró que esta forma de arte posee la capacidad de generar esperanza y de abrir espacios de encuentro en un mundo fracturado.
Con la presencia de actores, directores y también técnicos de la industria, la audiencia simbolizó un puente entre la fe, la cultura y el arte contemporáneo. El mensaje final fue claro: el cine tradicional enfrenta un momento crítico, y su defensa depende tanto de quienes lo crean como de quienes aún valoran la experiencia colectiva de la sala oscura.
