Un reciente estudio dirigido por la Universidad de Dartmouth (EU) ha revelado que los primeros humanos comenzaron a alimentarse de hierbas y plantas de pradera mucho antes de que su dentadura estuviera adaptada para ello.
Este hallazgo apoya la idea del "impulso conductual", que plantea que ciertos comportamientos beneficiosos para la supervivencia pueden aparecer antes que los cambios físicos que los facilitan.
Durante su expansión desde los bosques africanos hacia ambientes más abiertos como las praderas, los primeros homininos desarrollaron un gusto por las gramíneas, un grupo de plantas que incluye pastos y juncos, ricos en carbohidratos.
Para investigar este cambio, los científicos analizaron dientes fosilizados en busca de isótopos de carbono y oxígeno, que indican el tipo de vegetación consumida.
Los resultados mostraron que al menos tres linajes de primates, incluyendo a los primeros homininos, empezaron a alimentarse de estas plantas entre 3,4 y 4,8 millones de años atrás, a pesar de no tener dientes ni sistemas digestivos adecuados para procesarlas. Esta transición se dio de manera independiente en cada especie.
No fue sino hasta unos 700.000 años después que aparecieron cambios físicos en los dientes, como molares más largos, que facilitaron una masticación más eficiente. Sin embargo, esta demora no impidió que los homininos tuvieran éxito, gracias a su comportamiento flexible y capacidad de adaptación.
El análisis también detectó un cambio importante hace unos 2,3 millones de años, cuando los antepasados humanos, como el Homo rudolfensis, comenzaron a consumir menos gramíneas y más alimentos subterráneos, como tubérculos y bulbos, que almacenan grandes cantidades de carbohidratos y agua.
Este cambio en la dieta marcó un momento clave en la evolución humana, ya que permitió el acceso a una fuente constante de alimento disponible durante todo el año, independientemente de las estaciones.
Los investigadores destacan que esta capacidad de adaptación temprana fue fundamental para el éxito evolutivo de los humanos.
De hecho, aún hoy, gran parte de la alimentación mundial depende de unas pocas especies de gramíneas como el trigo, el arroz y el maíz.