Sociedad

Benigno López Montes, músico de los huehuenches


Lectura 6 - 12 minutos
Benigno López Montes, músico de los huehuenches
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Benigno López Montes, músico de los huehuenches

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Santa María Ahuacatitlán. Benigno López Montes nació el 13 febrero de 1923, en la colonia Chapultepec de Cuernavaca, Morelos, pero desde que tenía pocos meses de nacido lo llevaron a vivir a Santa María Ahuacatitlán.

Es, según su familia, el hombre con más edad de ese pueblo; su esposa fue Columba Carrillo Rosas, quien falleció hace 38 años, y tuvieron ocho hijos.

Realizó múltiples oficios, pero esencialmente fue campesino y músico: “su ritmo era la siembra y la música”.

Todo esto lo sabemos por su hija Paulina López Carrillo, de 53 años, la hija más chica de Benigno.

“Don Beni”, como le dice su familia y el pueblo, toca el banjo desde hace muchos años y acompaña a los huehuenches en la víspera y durante Semana Santa y otras fiestas religiosas del pueblo y de comunidades vinculadas. Este será el primer año que el banjista no podrá acompañar al grupo, aunque durante la pandemia por el coronavirus tampoco fue porque las concentraciones masivas estaban prohibidas.

Los huehuenches (“viejitos” en náhuatl) son personas disfrazadas de ancianos que, seguidos por grupos de hombres vestidos de mujeres, músicos y chinelos, recorren el pueblo cada año en diferentes épocas.

Encuentro con Benigno

Es martes 27 de julio y son las 13:40 de la tarde. El hombre se encuentra en los escalones de la entrada de una tienda de abarrotes (Rossy), de la calle General Francisco Villa número 300, muy cerca de la parroquia de la Asunción de María y San José, en Santa María Ahuacatitlán.

Benigno en su lugar preferido.

Lleva un suéter gris tejido, con un león rampante en el pecho y unos pantalones azules, huaraches y calcetines gruesos.

En la mano derecha aprieta una bolsa de plástico con pedazos de telera. La abre, toma varios trozos y las arroja a la calle; en seguida, varios pájaros minúsculos se lanzan sobre las migajas.

Lo saludo pero no escucha, le hablo más fuerte y contesta. Paulina está despachando detrás del mostrador.

Me presento ante Don Beni, lo hago levantando un poco la voz para que me pueda oír. Le pregunto desde cuándo comenzó a tocar el banjo:

Me responde que “en el año ocho” ya andaba tocando, iban a Ocotepec, Chamilpa, a donde los llamaran.

También me contó que le enseñó una persona de Chamilpa a tocar el banjo y el saxofón, por nota.

“Iba a mis clases en Chamilpa, caminando, y regresaba caminando, ya nochecita como a las siete u ocho de la noche, pasaba por la barranca y tenía que llevar piedras porque me salían al paso los canijos coyotes. En ese tiempo casi no había luz”, relata.

José Emmanuel López Campos tocando con los huehuenches.

Su voz es añosa y cansada, los pulmones se esfuerzan en sacar y meter el aire necesario para que todo el aparato bocal articule las palabras, las frases, que salen casi sin aliento.

En algunos momentos, lo que el anciano dice no se escucha, como si se tratara de un radio de onda corta que pierde la señal.

Su hija termina de despachar y sale a recibirnos. Le preguntamos si nos puede enseñar el banjo de su papá y asiente. Nos pide que la acompañemos hacia adentro de la tienda, ayuda a Don Beni a incorporarse y lo guía para que se siente sobre una silla al lado de une ventana. El hombre centenario se acomoda en el asiento, a cuyo lado derecho hay un refrigerador de Pepsicola, al lado, pegado a la pared un estante con bolsas de botanas de diferentes marcas, al lado dos sombreros y abajo una mesa vieja pintada de azul sobre la que hay algunas frutas, una caja de cartón y mercancía.

En seguida, su hija le pone un banjo tenor polvoso en las manos.

Don Benigno abraza el instrumento y comienza a mover las clavijas parar aflojar y apretar las cuerdas de metal.

Sus ojos hundidos miran hacia arriba, su oído se estira como queriendo alcanzar la nota, el sonido correcto y diverso de cada una de las cuatro cuerdas que, de usadas, vibran con dificultad.

Don Beni puede por fin medio afinar su instrumento y comienza a buscar alguna melodía.

Inicia con sones de acompañamiento para los huehuenches. Sus manos son ágiles, las órdenes que manda el cerebro a sus dedos son claras y las extremidades obedecen.

Después se sigue con Jesusita en Chihuahua y más adelante con algo moderno: “Never On Sunday”, de Manos Hadjidakis.

Cuando Don Beni agarra el banjo ya no se puede platicar, está en su música, se vuelve nota, son.

 

Adolfo Ruiz Contreras observa a los huehuenches.

No se le puede preguntar en qué fecha ocurrieron los hechos que relata porque no recuerda esos números. Después de vivir un siglo, es difícil entrar a la bodega de recuerdos y seleccionar, el año, el mes, el día, la hora, quiénes estaban ahí, menos aún en qué contexto sucedieron.

Paulina platica que su papá es muy querido y conocido por todo el pueblo, por músico y porque es “huesero”.

“Mi papá es un hombre muy respetuoso, siempre lo vimos trabajando en la siembra y tocando; se iba a las fiestas patronales, al carnaval. Desde que era niña como de ocho años recuerdo a mi papá tocando su banjo con los huehuenches, en el carnaval. Se iba muy temprano, como a las nueve de la mañana y regresaba ya muy noche, todo el día tocando, descansaba muy poco; nosotros le decíamos que se recuperara más, pero no nos oía, disfrutaba lo que hacía.

“Terminaban el martes y el miércoles se iban con el comité de las fiestas patronales, llevaban la promesa a la iglesia y se iban a convivir con los mayordomos, el entrante y saliente.

“De mis hermanos, nadie fue músico. Uno de mis sobrinos, José Emmanuel López Campos, de 29 años de edad, es el único que le ha gustado la música y va a seguir la tradición con los huehuenches. Mi padre le está enseñando y se ha sumado al grupo que acompaña a los huehuenches. De hecho, el 1 de agosto, mi papá no va a ir, no puede caminar muy bien, le duelen las rodillas, no queremos que le vaya a pasar algo, y José Emmanuel tocará el banjo”.

El nieto de don Benigno confirmó que su abuelo le ha enseñado el repertorio que se toca cuando se acompaña a los huehuenches.

“Empecé acompañando con la guitarra, hace más de once años, y con el banjo uno o dos años después”, dijo en entrevista.

Sin don Beni

Un “flyer” (anuncio) publicado en el perfil de Facebook de un poblador convocaba a los huehuenches a una reunión el martes 1 de agosto a las 2 de la tarde en la calle 5ª Av. Nacional, frente a una purificadora de agua. La gente comenzó a llegar media hora después, caminando, en auto, en motocicletas.

Columba Carrillo Rosas y Benigno López Montes.

Los huehenches efectuarían un recorrido por las principales calles del pueblo para dar inició a las celebraciones en honor de la Virgen del Asunción de María; la conmemoración termina el día 15 con un importante festejo, en su mayor parte en la iglesia, en donde son recibidos los peregrinos de pueblos aledaños como Chamilpa, Ocotepec, Cuernavaca, San Antón; y comunidades distantes como: San Miguel Topilejo, Ciudad de México o Guadalupe Yancuictlalpan, de acuerdo con una reseña publicado en internet.

Esto lo confirmó Marco Antonio Aguilar Ruiz, mayordomo de la comparsa de Huehuenches de Santa María Ahuacatitlán, quien abundó que el grupo está integrado por alrededor de 17 personas, pero en semana santa se llegan a juntar hasta 100.

Adolfo Ruiz Contreras, de 90 años de edad y responsable del grupo de los huehuenches, en entrevista relató que este recorrido es una representación que tiene que ver con la tradición judeocristiana.

“Está en la Biblia la persecución de Jesucristo. Se visten de viejitos porque representan a los judíos, que lo están buscando; no hablan como nosotros, adelgazan la voz para que la gente no los reconozca. Pero nunca encuentran a Jesucristo”, platicó.

“Don Beni ya está muy grande, le gusta tocar, pero el camino empedrado es peligroso. Yo todavía ando aquí, traigo mi bastón de palo de escoba. Todos los días voy a caballo a trabajar a mi parcela: maíz, frijol, calabaza”, apuntó.

De entre el grupo de aproximadamente 30 personajes, se distinguieron dos vestidos de manta, con un jorongo estilo Saltillo, bastón, sombreros de palma y máscaras: uno con una máscara de viejito y el otro con una de palma, multicolor, tejida. Los demás, hombres y niños, estaban disfrazados con máscaras raras, algunas de mujer, y vestidos diversos de hombre y de mujer, estos últimos, representan la parte más cómica del evento, ya que mientras avanzan bailando al ritmo de la música en vivo, se burlan de las personas, principalmente de los adolescentes, a quienes persiguen.

También había tres músicos, dos tocaban guitarra y uno el banjo: José Emmanuel López Campos, el nieto de Don Benigno.

A esto hay que sumar a dos hombres maduros que si bien no llevaban disfraz, describían la actividad del grupo y explicaban la dinámica, no sólo para el público que a estas alturas ya estaba afuera de sus casas, esperando la bulla, sino para los integrantes de la tropa.

Benigno afina su banjo.

Estos personajes cumplen la función de los antiguos bardos, escaldos o trovadores, que en la antigüedad occidental eran los encargados de narrar las historias de los pueblos.

Una vez reunidos y vestidos, el grupo avanzó al quiosco ubicado frente a la parroquia del pueblo.

Los pobladores los esperaban frente a su domicilio, con los celulares en la mano, grabando todo.

Los huehuenches se detenían frente a los domicilios, recibían dinero que metían en un morral y cantaban y bailaban para retribuir la cooperación.

Después de más de cinco horas de camino, llegarían a la parroquia de la Asunción de María y San José.

Casi al final, el grupo se había convertido en una marabunta: chinelos botargas, hombres, mujeres, niños, perros.

José Emmanuel López Campos dijo que, ese día, se tenía planeado que su abuelo esperara al grupo en el quiosco, para tocar, pero el clima lo impidió porque había amenaza de lluvia.

 

La memoria

La importancia de don Benigno López Montes no es sólo porque ha acompañado con su eterno banjo a los huehuenches, sino porque es la memoria del pueblo, sabe la historia de éste porque la vivió y porque su papá, de nombre Albino López Alarcón, se lo llevaba a las labores del campo y le contaba cómo había sido la vida durante la revolución. Su padre luchó al lado del general Genovevo de la O.

El día 5 de octubre del 2014 Rocío Guzmán González y Selene Herrera se entrevistaron con Benigno para complementar información relacionada con el proyecto teatral "In ixtli, in yolotl", ganador del El Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) 2014.

Flyer convocando a huehuenches.

Don Benigno le contó a Rocío un hecho que no debía ser olvidado: que el pueblo fue prácticamente incendiado por los opositores a la Revolución, sin embargo, nadie en Santa María Ahuacatitlán lo recordaba y en la historia oficial no se consignaba.

Por ello, el anciano pidió a la maestra que lo recordara.

“En el fragmento de una escena de ‘In ixtli, in yolotl’, cumplí con lo que le prometí a Don Beni y se relata ese acontecimiento en Santa María”, dijo Rocío.

“Cuando lo entrevisté todavía estaba lúcido y recordaba fechas, nombres, todo; ahora ya no tiene esa salud y esa memoria”, explicó Rocío en entrevista.

Entrevista 2017.

A don Benigno le preocupaba que todo lo que él había visto y vivido por sí mismo y por el testimonio de su padre se perdiera, ya que un día no tendría memoria suficiente para recordar.

En la página de Facebook de Pueblo Ahuacatitlan Cuernavaca (https://www.facebook.com/profile/100024792098766/search/?q=Beni) se puede leer una publicación con una imagen del bajista del pueblo, relacionada con su centésimo aniversario:

“Son cien años con juegos de infancia que han desaparecido, de canciones que hoy son clásicas, de bailes con rockolas, de guisos que se reafirman como sus favoritos cada vez, del amor de su difunta esposa. Muchos años de ver la vida desde distintas posiciones, llenos de cambios en distintos ámbitos como el del entorno social, del económico dónde un peso era efectivo y hora está en una tarjeta electrónica, de los cambios tecnológicos.

Integrantes de los huehuenches.

“Don Beni crecía y recién iniciaban también a poner servicio de electricidad en las casas del pueblo, cuando él no hablaba aún apenas había noticias de un servicio telefónico en el algún lugar y hoy el mundo está metido en un teléfono que cabe en la mano. Por toda esa vida llena de experiencias, de amor y cuidados de todos sus hijos, nietos y bisnietos, amigos y vecinos don Beni merece festejar por todo lo alto…”

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Máximo Cerdio

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Ant. Dejó la contaduría por el transporte
Sig. El volante le gusta desde que era niño

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