Las llamadas menudearon y cada uno pensaba que era una reunión de tres o de cinco, no más, pero ninguno conocía cuando menos algo. Se escuchaba entre los guerreros que han hecho y acompañado al que pronto llegaría: “No sabemos a qué venimos, pero estamos muy a gusto; si es rumbo a Atlacholoaya, va el tiro, o si vamos a saludar al futuro candidato e inminente gobernador”. Todo envuelto en un ambiente especial: risas y dudas. “¿Qué querrá aquel?”

Parecía una empresa osada, invitación incógnita, la cercanía con la corrida del velo misterioso que atrapa la decisión priista en Morelos. ¿Por qué se pospuso la convocatoria que debía salir el domingo?, ¿qué traje confecciona el CEN priista?, ¿a quiénes va a descartar?, ¿o habrá algún encarte? Muchas preguntas y ninguna respuesta. Las 13 horas es la cita y pasan los minutos. Es estilo del que llegaría tarde, habituado a llamar rayando las llantas y motor para ofrecer una disculpa, pero esta vez éramos muchos los pacientes, imposible la atención. Por ahí uno de los que le han operado de todo y desde siempre, lejos de los tres escenarios –una especie de circo de tres pistas-- para que cada cual del público le diera su lectura. Se ponía más sabroso, hasta morboso.

Se conocía de lo del pleito legal entre el Ayuntamiento de Cuernavaca y PASA, de los anuncios que con voces y tinta desaforada hacían al invitador-invitado presa de las garras de la PGR, de los juzgados federales o de alguna oscura celda para purgar una condena dictada desde un medio antes que los representantes de la ley. ¿Linchamiento? Qué más. También de las complicaciones que en el CEN del PRI viven por los casos Tabasco y Chiapas y el mismo presidente Pedro Joaquín Coldwell califica al proceso Morelos como “en vías y tranquilo”. ¿Por qué no apareció la convocatoria el domingo? Que no era obligatoria. Que viene en una semana y cacho lo del Senado y lo de diputados federales. ¿Esperan para después lo de gobernador? No conocemos tiempos exactos porque no leemos convocatoria alguna, en tanto la espera.

Llega, por fin, Manuel Martínez Garrigós; primero atiende a los medios, a muchos, luego se sienta con gente de su equipo y uno que otro comunicador. “La Universal” sigue llena. Se detienen transeúntes y lo saludan. Otros lo señalan. Lo conocen. Seguramente querían saber qué sucedía de la rejilla hacia allá, qué se decía, qué murmuraban. ¿Qué no se ha dicho de él, hasta cosas buenas? Merodeaban tímidos y asustados sus depredadores, alguno que vendida su alma al diablo creyó que la grasa a sus zapatos acercaría a alguien. Solo como can sin dueño ni brújula. Las mentiras siempre aparecen junto con las verdades, es una realidad cotidiana de la vida. El lustrador que ni siquiera lo conocía le manchó los calcetines. Ni cuenta se dio. Allá él y su pobreza profesional, intelectual y de alma.

Mientras, rejilla adentro –y no eran juzgados, se trataba de la mismísima “La Universal” que recibía en sus mejores tiempos a Emilio el “Indio” Fernández, a la doña María Félix, a Dolores del Río, a Mario Moreno “Cantinflas”, a David el “Apolo” Curiel, a Jorge Frikas, al portero Raúl Quevedo y al casi dueño del centro de la ciudad en los años dorados, el presidente municipal Rogelio Sánchez Gatica (por cierto por ahí andaba tomándose su jugo de papaya), un ejemplo de la cultura del esfuerzo porque de auxiliar de agente de tránsito cuidando los autos, estudiaba leyes. Es uno de los abogados reconocidos y gobierna la capital de Morelos orgullosamente.

Un pequeño desvelo: el Tribunal Colegiado que lleva el caso de PASA--Ayuntamiento había determinado “no a lugar” a lo que se ha dicho contra Manuel Martínez Garrigós. En palabras entendibles: ni bote ni cargo penal. Caída libre para el lavadero de las y los chismosos. Manuel, tranquilo, no decía nada, pero el ex consejero jurídico aclaraba dudas de algunos reporteros y se conocía el número final: “Hoy aparece en estrados”.

Terminamos la columna como la empezamos ayer: el que va a ser candidato del PRI a gobernador de Morelos ya lo sabe.