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Sociedad
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Las oficinas comenzaron a moverse como un animal que despierta después de 32 años


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Las oficinas comenzaron a moverse como un animal que despierta después de 32 años; o como una gigantesca bestia herida por una lanza en el corazón. Eran a las 13 horas con 18 minutos.

En la calle Aragón y León, del centro de la ciudad la gente despavorida salía a la calle, niños, mujeres, hombre se abrazaban y lloraban. Los negocios tronaban y las ventanas lanzaban trozos de vidrios sobre las personas. Atrás, el edifico del Congreso de la Unión, localizado en Matamoros, fue evacuado.

Pero la Muerte andaba a unas cuantas cuadras: en Degollado esquina con Avenida Morelos, parte del edificio conocido como la Torre Latino se desplomaba sobre un autobús del transporte urbano conocido como “Los chapulines” o “Los verdes” con pasajeros adentro. Un hombre que sangraba de la cabeza afirmó que la pared había caído también sobre personas que esperaban a esa hora la ruta.

Había pocos policías y cerca de cuarenta civiles intentaba sacar trozos grandes de loza para entrar al edificio caído.

Los radios de los policías viales sonaban una y otra vez con claves raras. Algunas oficiales estaban llorando: todo era un caos, y los civiles estaban reaccionando como podían, debajo de la otra parte del edificio fisurada: “aléjense, puede haber una réplica y nos lleva la chingada a todos”, decía un policía de tránsito que estuvo presente en el simulacro que se llevó a cabo poco después de las 10:00 horas en Palacio de Gobierno.

Minutos después del sismo la gran mayoría de las fuerzas de rescate se concentraban en ese lugar: policías, bomberos, rescatistas y voluntarios trataban de remover la barda que caía sobre la “ruta”.

El metal de la estructura amenazaba con sus filos a un grupo veinte personas que había puesto polines debajo de una loza del edificio. Exigían a los curiosos, que habían llenado la esquina del parque San Juan, que se callaran para que pudieran escuchar si había personas con vida debajo del escombro.

Otro grupo de voluntarios intentaba sacar de adentro de la ruta a una mujer.

Varias personas llegaron corriendo a la calle Degollado y gritaban que tenían familia justamente en la sección que se había derrumbado.

A la13 horas con 40 minutos civiles, policías y rescatistas lograron sacar de la ruta a una mujer y fue trasladada a una ambulancia.

Sobre la avenida Morelos varios los bomberos se metieron al edificio, que olía mucho a gas, y lograron rescatar a dos ancianos que permanecían encerrados.

Poco a poco las autoridades fueron tomando control del asunto. Al menos cinco mujeres fueron llevadas en camilla a las ambulancias y trasladadas a los hospitales.

Sobre la calle degollado, en la batea de una patrulla un hombre atendía a una jovencita con una playera gris de la UAEM: tenía una herida en la frente, cerca del ojo derecho: soy “Michel Alejandra Gonzáles Nájera. Avisen a mi familia”, decía.

Llegaron los policías federales y después el Ejército y la maquinaria pesada. La ola de curiosos se fue alejando más y más: el edificio amenazaba con caerles encima.

A las 15:45 horas el control de la zona estaba tomado y los especialistas continuaron las labores de rescate con equipo especializado.

En las calles del centro de la ciudad la gente seguía atemorizada, afuera de sus casas; otros caminaban por las avenidas principales, como si volvieran de un partido de futbol o de una fiesta: los desalojaron de sus centros de trabajo o de las escuelas. Algunos pedían aventón porque los taxis pasaban ocupados y no había rutas.

Por primera vez y después los morelenses se asomaron por la ventana de la desgracia por la que pasó la Ciudad de México jueves 19 de septiembre de 1985. Aquel 8.1 (MW).1 El epicentro se localizó en el océano Pacífico mexicano, cercano a la desembocadura del río Balsas, en la costa del estado de Michoacán, y el hipocentro a 15 kilómetros de profundidad bajo la corteza terrestre. Éste, según el Sistema Sismológico Mexicano fue de Magnitud 7.1 Loc. 12 km al Sureste de Axochiapan.

En Cuernavaca y en varias ciudades de Morelos, muchos llegarían a sus casas y encontrarían los libros caídos, los bazos de vidrios hecho añicos en el piso, el televisor estrellado; algunos más, recibirían la peor noticia que se le puede dar a un ser humano.

 

 

 

 

 

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