Y sin ser futurólogo o docto en el análisis político puedo asegurarles que algunos diputados de la legislatura LIII se perfilan hacia lo mismo, porque están exponiendo los vicios de sus antecesores. Quizás sea prematuro emitir una opinión tocante al asunto, pero con demasiada rapidez ya están presentes los siguientes defectos: carencia de propuestas, negligencia, prepotencia, arrogancia y despotismo. Todos son usuales en los legisladores mexicanos, sobre todo en aquellos que son herederos del poder o caciques en sus regiones.
2.- Asimismo, tales conductas se observan en aquellos personajes que se encuentran muy encumbrados en el Congreso local y, por supuesto, se sienten muy pagados de sí mismos. Es uno de los vicios más comunes y de los más detestables, toda vez que el legislador, si es un representante popular, puede tener mil y un defectos, menos éste. Por el contrario, un legislador debe ser carismático, amable y humilde, pero con los legisladores mexicanos las cosas funcionan al revés. Sin embargo, también los hay con exceso de disciplina y lealtad partidista. Son legisladores que no opinan si antes sus partidos o sus líderes no les dan la famosa línea, o que no quieren apoyar determinada iniciativa por convicción personal, pero que acaban impulsándola por compromisos y disciplina. Infortunadamente hay otros que no votan si a cambio no reciben canonjías del Poder Ejecutivo, fuente de cuantiosos recursos. Morelos está en un período de transición en el que es necesario comprender que las cosas caminan mal precisamente por eso: lealtad y disciplina partidistas mal entendidas, pero también por corrupción.
3.- Conforme transcurra el tiempo veremos otros vicios. La historia de anteriores legislaturas tiene registrados penosos casos de tráfico de influencias. Como ya se explicó, las sensaciones de ser intocables, impunes y poderosos que experimentan muchos legisladores los hacen caer –a ellos, a sus familiares, y a sus colaboradores y amigos– en defectos como el influyentismo, la prepotencia, la pedantería y el abuso. Se repite que es una actitud reprobable que, por desgracia, se observa tanto en partidos grandes como en chicos. Hay quienes incurren en el elitismo y la “cupulización” de la política. El dedazo, el nepotismo, el amafiamiento, la eternización en los cargos políticos, las cuotas de poder y la compra de puestos son vicios que degeneran en una cupulización del poder, es decir, que el poder y el acceso a los cargos de elección popular se quedan prácticamente en posesión de pocos y muy específicos grupos (recuérdese a la “sagrada familia” del PAN), con lo que al público le da la impresión de que son mafias las que manejan la vida política estatal. Es un vicio que no sólo desacredita, sino que además deslegitima la actuación de los actores y le quita a la actividad pública la nobleza que merece.
4.- Algunos diputados actúan en la obscuridad política, causando que la gente imagine a la política como una gigantesca telaraña de intereses turbios conducida por unos cuantos grupitos de mafiosos. Aunque esta imagen se está borrando a pasos lentos, aún quedan muchos legisladores a quienes sólo les interesa su partido, su grupo o sector, o que no tienen una actuación relevante en el desempeño de sus funciones. Y después aparece la impreparación. Los legisladores no deben ser, forzosamente, maestros o doctores en derecho o ciencias políticas, pero de ahí a ser ignorantes o analfabetas, hay mucha distancia. Y a las pruebas nos remitimos. Etcétera, etcétera. Quise retomar mis escritos de 2006 porque veo repetidos los errores de aquella época… a estas alturas de iniciada la LIII legislatura. Los sucesos de la semana pasada, cuando volvió a evidenciarse la absoluta falta de respeto al Congreso por parte de un diputado, deberían servir como acicate para no repetirlos, pero me parece que eso no sucederá debido a la inmediatez con que se procuró minimizar los hechos, desde las mismísimas entrañas del Poder Legislativo. ¿Puede cambiar el escenario? Por ahora es pesimista, pero con la mayor objetividad del mundo debe concederse el beneficio de la duda, sobre todo a quienes son los responsables de los órganos internos de gobierno. A ver.
5.- Sin cambiar mucho de tema comentaré respecto al VI Foro de la Democracia Latinoamericana realizado por el Instituto Nacional Electoral (INE) la semana pasada, donde políticos y funcionarios públicos emanados de los tres principales institutos políticos –PRI, PAN y PRD- coincidieron en que los partidos están viviendo una época de crisis y se encuentran en decadencia. En el mismo contexto, varios aseguraron que las candidaturas independientes vienen a darle “aire fresco” a la vida política del país, aunque existe el riesgo de que “caudillos iluminados” se presenten y eso sería “veneno para la democracia”. Sin embargo, lo que hemos visto tanto en el Congreso de Morelos, como en la vida partidista general de esta entidad, es comprensible a partir de lo que identificamos como el falseamiento de la representación y la estafa política.
6.- La Constitución de los Estados Unidos Mexicanos señala la naturaleza de los partidos políticos como instituciones de interés público teóricamente destinadas a construir puentes entre la sociedad y el estado. Sin embargo, ese objetivo no se cumple. La crisis de legitimidad y representatividad de esos institutos políticos es evidente. Ninguno ha abandonado sus viejas prácticas antidemocráticas y las pugnas internas para darle cabida a una auténtica reivindicación social, en tanto los ciudadanos buscan otros canales para manejarse autónomamente, libres del corporativismo de antaño. Diputados y servidores públicos morelenses, más de una vez, adoptaron la típica actitud de los tránsfugas, la cual también se explica a partir del deficiente sistema de partidos y crisis en los mismos; falta de mejores normas para las organizaciones políticas; ausencia de canales de comunicación e información entre los representantes populares y sus representados; pobre nivel de desarrollo y fomento de la cultura política; excesiva proliferación de políticos improvisados; nulo nivel ideológico en los partidos; ambición de grupos o personal; intereses electoreros; estrategias anticipadas de los tránsfugas; oportunismo; falta de resistencia política, y poca identidad dentro de un sistema político. Todo lo anterior ha sido veneno para la democracia y la sociedad. Y ya tenemos encima a los mismos de siempre… Ayer leí un artículo publicado en el portal electrónico “Ciudadanos en Red”, sobre las 15 ciudades más bonitas de México. Según ese medio de comunicación son San Miguel de Allende, Guadalajara, Oaxaca, Guanajuato, Puebla, Mérida, DF, Morelia, Zacatecas, Querétaro, Monterrey, Aguascalientes, San Luis Potosí, Campeche y Cozumel. La mera verdad sentí envidia y coraje porque Cuernavaca no apareció. Pero ahí vienen los nuevos, frotándose las manos. A ver si pueden con el paquete.