Y el 29 de agosto del mismo año, la SCT, cuyo titular era Pedro Cerisola, designó al Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (Banobras) como la institución responsable del proceso de liquidación. Entre varias de sus funciones estaría la de hacer los avalúos de bienes e inmuebles, a fin de venderlos al mejor postor.
Inmediatamente después de conocerse la decisión del gobierno federal dejó de venir a Cuernavaca –proveniente del Distrito Federal o el Puerto de Veracruz- el ferrocarril de carga y pasajeros que durante décadas, desde 1897, formó parte del paisaje y vida cotidiana de varias localidades morelenses.
El asentamiento humano irregular, producto de una “invasión”, y que generó la colonia “Patios de la Estación”, data de hace aproximadamente 60 años. Estigmatizada como una “ciudad perdida”, donde lo mismo vivían trabajadores de Ferronales, que familias provenientes de zonas rurales morelenses o entidades federativas periféricas, la zona ha representado un dolor de cabeza para muchos gobernadores. La mayoría jamás decidió enfrentar una regularización ante el riesgo de conflictos sociales. Ni el poderoso doctor Lauro Ortega, gobernador en el sexenio 1982-1988, pudo concretar la total reubicación de centenares de familias que hasta hoy habitan la zona. Escasamente removió a algunas, junto con varios grupos de oportunistas que, después de obtener casas y terrenos a bajo costo en Ciudad Chapultepec, retornaron sin ningún pudor.
Dependiendo de sus movimientos migratorios internos, la colonia siempre ha sido objeto de manipulación por parte de políticos advenedizos, pues representa una zona de alta densidad electoral. Es así como varios candidatos al cargo de presidente municipal, a la diputación local correspondiente, y a muchos otros puestos de elección popular (incluyendo el de gobernador), han enviado despensas y otros apoyos dentro de sus estrategias de campaña.
Los “Patios de la Estación” simbolizan uno de los mayores rezagos urbanísticos de la capital morelense en medio de grandes contrastes, lo cual empezó a hacerse más evidente cuando desapareció el legendario “Casino de la Selva” para darle paso a una tienda trasnacional con venta de productos al mayoreo y a una más de carácter departamental. Fue entonces cuando nuestra ciudad entró de lleno a un proceso de extinción de su antiguo sistema comercial y de abasto (del cual todavía forma parte el mercado “Adolfo López Mateos”), proveniente desde la fundación del primer “Superama” en las inmediaciones del extinto hotel propiedad de la familia Suárez hace casi cuatro décadas.
En la opinión de quienes impulsan la “modernización” económica de Cuernavaca, ese asentamiento humano es el prototipo de la anarquía y el subdesarrollo. Un inframundo donde deambulan las almas de los extraviados o recién fallecidos; el “más allá” frente a las narices -por ejemplo- de quienes disfrutan el más lujoso sistema condomidal del Estado de Morelos construido por el consorcio SARE.
Los “Patios de la Estación”, tomando como base un avalúo del Banobras entregado al Ayuntamiento de Cuernavaca en 2007, y hasta septiembre de 2009, valían alrededor de 54 millones de pesos. Se trataba entonces de una verdadera ganga, sobre alrededor de 22 hectáreas que Banobras pretendía comercializar a razón de 250 pesos por metro cuadrado entre los habitantes de la colonia.
Han transcurrido cuatro años de aquellas gestiones de regularización y no ha pasado nada. La administración municipal encabezada por Roque González Cerezo en 2009 heredó el problema a Manuel Martínez Garrigós, en cuyo cabildo fue integrada la ex diputada federal y local Manuela Sánchez López con el carácter de regidora dentro de la bancada perredista. La controversial fémina, forjada políticamente al lado del senador Graco Ramírez Garrido, antes de tomar posesión el primero de noviembre de 2009, prometió que impulsaría la regularización del enorme asentamiento humano, para lo cual, dijo, había estado trabajando con agrupaciones sociales y los vecinos hacia la obtención de la certeza jurídica de los predios. Pero hasta el día de hoy no ha sucedido nada. En los Patios sigue latente la presencia de vivales que, como ahora lo hizo Manuela siendo regidora electa, ofrecen la famosa certeza jurídica, sin conseguirla y provocando la frustración de miles de familias.
Desde 1997, los patios forman parte de la carta urbana de Cuernavaca como si fuera un “barrio”. Allá y entonces empezó un proceso de regularización que no tiene para cuándo acabar. La multicitada colonia, junto con el mercado “Adolfo López Mateos”, constituye uno de los dos principales rezagos o agravios sociales en la capital morelense. Tocante a dicha central de abasto, varios dirigentes de comerciantes empiezan a concientizarse sobre la necesidad de permitir un nuevo y ambicioso proyecto de remodelación, mientras en la antigua estación del ferrocarril no sucede absolutamente nada. Me parece que la solución de la problemática deberá surgir de una política integral a cuyo frente se coloquen las autoridades estatales en coordinación con las municipales. Aún hay tiempo.