Sus investigaciones sobre la tipología de las constituciones tuvieron gran impacto en Iberoamérica. Establece que existen muchos tipos de esos marcos normativos, pero subraya que una “verdadera” constitución, además de contener reglas sobre los poderes supremos y garantías esenciales, debe encarnar los más profundos valores de la democracia y la realidad del grupo gobernado al cual se impondrán.
Según Loewenstein los regímenes autoritarios se caracterizan por excluir a los destinatarios del poder de su participación en el mismo. “No es, en cambio, rasgo distintivo el que el poder esté concentrado en un órgano único o en varios; puede darse en efecto el autoritarismo existiendo otros órganos estatales al lado del supremo detentador del poder. Suele tratarse, por ejemplo, de alguna asamblea o de tribunales sometidos al control total del único detentador del poder o que, en caso de conflicto, tienen que ceder”.
Este tipo suele formalizar su configuración del poder en una constitución escrita. Incluso es posible que se respeten los principios del Estado de Derecho tal como están articulados en la constitución o leyes fundamentales. Los derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad de los destinatarios se garantizan mientras no entren en colisión con el objetivo y el ejercicio del poder político. “El régimen autoritario posee una ideología, pero dado su carácter, su contenido material resulta vago e inconcreto caracterizándose por el oportunismo: como su objetivo es continuar detentando el poder, suelen legitimarse mediante una amalgama de tradicionalismo con la idea según la cual ese régimen resulta el más adecuado para el bien de la comunidad dada la idiosincrasia y las condiciones generales del país, todo ello teñido, por tanto, de un fuerte ingrediente de emotividad nacionalista”. Hasta aquí parte de la filosofía de Karl Loewenstein.
¿Estamos los mexicanos ante el riesgo de retornar a graves momentos autoritarios? Saquen ustedes sus propias conclusiones. La historia contiene infinidad de páginas dedicadas a hombres y mujeres valientes después de haber enfrentado a gobernantes autoritarios que causaban graves problemas por su pésimo manejo del poder. Los autoritarios tienden a fracasar en tiempos de cambio. Y es que los cambios nos hacen recordar las atrocidades provocadas por el autoritarismo hitleriano, en un contexto donde la humanidad aún sufre la opresión de muchos desquiciados instalados en posiciones de poder.
Según especialistas en el comportamiento humano, el autoritarismo es el resultado de un mecanismo de evasión al sentimiento de inseguridad de los individuos. La teoría señala las condiciones intrínsecas de las personas: “Cuando se cortan los vínculos primarios de un individuo con su madre y su familia (que le proporcionan seguridad), y al transformarse en una entidad completamente separada para enfrentar al mundo exterior, se le abren dos caminos distintos a través de los cuales superará el insoportable estado de soledad e impotencia del que forzosamente debe salir. Siguiendo uno de ellos estará en condiciones de progresar hacia la libertad positiva; establecerá espontáneamente su conexión con el mundo en el amor y el trabajo, en la expresión genuina de sus facultades emocionales, sensitivas e intelectuales; y de este modo volverá a unirse con la humanidad, con la naturaleza y consigo mismo, sin despojarse de la integridad e independencia de su yo individual”.
El otro camino es el autoritarismo. Tal mecanismo de evasión consiste en la tendencia a abandonar la independencia del yo individual propio para fundirse con algo o alguien exterior a uno mismo, a fin de adquirir la fuerza de la que carece y asegurar así la supervivencia (en teoría). Este segundo trayecto jamás lo vuelve a unir con el ambiente de la misma manera en que lo estaba antes de emerger como "individuo", puesto que el hecho de su separación ya no puede ser invertido; es una forma de evadir una situación insoportable que, de prolongarse, hace imposible su vida.
En el camino del autoritarismo el individuo se caracteriza por su carácter compulsivo, tal como ocurre en el seguimiento a mesías suicidas, en los estallidos de terror frente a alguna amenaza y en los llamados "adictos al trabajo". No se trata así de una solución que conduzca a la felicidad y a la libertad positiva; por el contrario, representa una pauta que mitiga una insoportable angustia y hace posible la vida al evitar el desencadenamiento del pánico en el individuo. Y respecto de los gobernantes, cuando se aproximan a la culminación de sus periodos históricos, más autoritarios se vuelven. ¿Usted qué opina, estimado lector?