Mencioné los nombres del senador Graco Ramírez Garrido Abreu, presunto “triunfador” en los recientes comicios de Guerrero; Alejandro Mojica Toledo, adscrito al Partido Revolucionario Institucional en la década de los ochenta (cuando fue diputado local priísta) y perdedor en los comicios de 2009, cuando buscó ser presidente municipal de Cuernavaca; Rabindranath Salazar Solorio, ex alcalde de Jiutepec y actual diputado local (presidente de la poderosa Comisión de Hacienda y Cuenta Pública); y Fidel Demédicis Hidalgo, responsable de la Comisión de Justicia y Derechos Humanos, también en el Congreso Local, quien anteayer levantó la mano y dijo “aquí estoy yo para encabezar una gran alianza izquierdista rumbo a la gubernatura morelense”.
Sin embargo, hoy debo agregar a alguien con peso específico al interior de la tendencia ciudadanizada del PRD, con aceptación entre las más encumbradas esferas de ese instituto político: Juan Salgado Brito, uno de varios coordinadores de la corriente opositora que encabeza Andrés Manuel López Obrador en varias regiones del país (incluido Morelos).
Recuérdese que Salgado Brito siempre fue un cuadro distinguido dentro del Partido Revolucionario Institucional, hasta que renunció a él debido a la intolerancia desplegada (durante una década) por la Dupla del Oriente: Maricela Sánchez Cortés y Guillermo del Valle Reyes. Pero no fue solo esa la causa por la cual el ex diputado local, ex diputado federal, ex presidente municipal de Cuernavaca, ex presidente del PRI-Morelos y ex delegado general del CEN priísta en varios estados emigró de ese partido. Además se percató sobre la difícil situación nacional, la antidemocracia priísta, los vicios estructurales que condujeron a la militancia hacia la derrota (su propia derrota) en julio del 2000 y la impunidad a favor de muchos personajes tricolores que saquearon al país.
Era, pues, un priísta distinguido, a quien las circunstancias electorales de 2000 tomaron por sorpresa, luego de que Jorge Carrillo Olea, gobernador de Morelos entre 1994 y 1998, reformase la Constitución Política del Estado y empatara las elecciones locales con las federales. Si Carrillo no hubiera movido las fechas, manteniendo el desarrollo de los comicios morelenses en marzo como ocurrió durante muchos sexenios, Salgado Brito habría ganado en 2000. Nadie ignora que Sergio Estrada Cajigal, siendo abanderado panista allá y entonces, amén de su trabajo como alcalde de Cuernavaca, también se montó en la “ola foxista”. Hoy todo aquello es historia, pero, como lo he afirmado en columnas recientes, la política se rige por circunstancias, sin lógica.
Angel Aguirre Rivero fue un miembro destacado del PRI en Guerrero hasta que alguien lo fastidió. Las imposiciones de Manlio Fabio Beltrones, líder senatorial, condujeron a Manuel Añorve Baños, ex alcalde de Acapulco, hacia una aventura, de la cual Enrique Peña Nieto, gobernador mexiquense, se mofó anteayer admitiendo la victoria de Aguirre, “ex” de muchas cosas en la vecina entidad federativa. Aunque Peña promovió, de alguna forma u otra, la candidatura de Añorve, sabe perfectamente, de la misma manera en que también lo saben Beatriz Paredes Rangel y Humberto Moreira (jefes del PRI nacional), que Beltrones fue el gran perdedor el domingo pasado. Ahora sí, rumbo a las elecciones mexiquenses del 3 de julio próximo, el esposo de Angélica Rivera se dedicará a dejar un heredero en la silla gubernamental.
Si bien es cierto que las actuales condiciones mediáticas del senador Graco Ramírez lo proyectan como un político triunfador luego de “su éxito” en Guerrero, también es verdad que para importantes sectores sociales, partidistas, económicos, académicos y empresariales de Morelos todavía no ha superado la imagen de conflictividad que durante décadas le ha acompañado. Todavía no es tiempo para medirlo al respecto dentro de su partido y los posibles partidos aliados, así como por sus conexiones con los líderes nacionales del PRD, pero tocante al caso local tendrá, frente a una figura conciliadora como la de Juan Salgado Brito, a una sólida corriente opositora. Al tiempo y lo veremos, a menos que desde la cúpula nacional del PRD provenga una imposición, incluyendo, desde luego, una alianza con el PAN aceptada por Marco Adame Castillo en aras de evitar la llegada del PRI a la gubernatura. ¿Se han fijado que Graco Ramírez Garrido no cuestiona para nada al gobierno estatal? A estas alturas del juego, en tiempos del defenestrado Jorge Carrillo Olea, el multicitado legislador federal ya estaría encabezando marchas y demandas de juicios políticos por todos lados.