Desde que Martínez Garrigós inició su gestión el primero de noviembre de 2009 hasta hoy, propios y extraños han identificado a todos los personajes obstinados en despreciar la juventud del alcalde, proyectándose como entes que “podrían hacer mejor las cosas” (grupos de interés, según la sociología moderna). Con absoluta certeza yo colocaría en el primer sitio de los detractores del alcalde a la totalidad de la clase política panista.
La movilización encabezada anteayer en el Congreso del Estado por Jorge Meade González, regidor del Ayuntamiento, y Erick Salgado, presidente del Comité Directivo Municipal del PRI en Cuernavaca, a fin de solicitar la intervención del grupo parlamentario priista para incoar juicio político al gobernador Marco Adame Castillo con relación al “Caso Luis Ángel Cabeza de Vaca”, tuvo la intencionalidad implícita de llamar la atención del Ejecutivo morelense para que frene el ataque de sus compañeros panistas y garantice la continuación de las obras programadas por la comuna para sacar a Cuernavaca de su mediocre posición en la competitividad nacional.
Al momento de escribir la presente columna, uno de los principales esbirros panistas, el delegado de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, Fidel Giménez-Valdez Román, había conseguido su segundo éxito en perjuicio de la ciudad. En el ánimo de combatir a Martínez Garrigós, dicho funcionario federal encabezó durante los pasados doce meses un evidente sabotaje a la edificación del viaducto elevado en la avenida Plan de Ayala, lográndolo. Y ayer se anotó otro “triunfo”: cancelar la construcción del paso a desnivel en la colonia Buena Vista, una obra demandada por la sociedad local desde hace décadas, pretextando que la administración municipal violó un decreto que data de 1993, donde el entonces gobernador Antonio Riva Palacio aceptó que el tramo federal abarcara también la glorieta de Buena Vista. A las 14:00 horas, Fidel Giménez-Valdez Román estaba festinando a los cuatro vientos su nuevo sabotaje amenazando, asimismo, con denunciar ante el MP federal a cualquier persona que se atreviera a reiniciar la obra. Y desde el PRI, partido al que pertenece Manuel Martínez Garrigós, nadie había dicho nada. ¡Pobre Cuernavaca! ¡Tan lejos de Dios, pero tan cerca de una camarilla de saboteadores!
Es evidente que el delegado de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes no ha actuado bajo su propia iniciativa ni en lo tocante al viaducto de Plan de Ayala ni en el paso a desnivel de Buena Vista. Acata las órdenes de “arriba”. Pero, ¿de quién? ¿De Juan Molinar Horcasitas, titular de la SCT? ¿Del senador Adrián Rivera Pérez, con quien se la está “jugando” hacia las elecciones gubernamentales de 2012? Por lo pronto, Giménez-Valdez Román dio una señal al respecto: la víspera dijo que para la clausura de la obra en Buena Vista ya se había coordinado con el delegado de la PGR, de la Secretaría de Gobernación y de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, pero le faltaba hacerlo con Óscar Sergio Hernández Benítez, secretario de Gobierno, desde luego en ausencia del gobernador Adame Castillo, quien estaba a punto de concluir su gira por Vietnam.
Para documentar nuestro optimismo y frente a las maniobras tendientes a obstruir el progreso de la capital morelense, diré que el Censo de Población y Vivienda 2010, difundido anteayer por Eduardo Sojo, presidente del INEGI, indica que la zona metropolitana de Cuernavaca tiene 875 mil 598 habitantes, mientras que en el estado de Morelos hay un millón 776 mil 727 ciudadanos. Asombra la cantidad de personas que viven en la capital morelense, lo cual explica los constantes congestionamientos vehiculares a cualquier hora del día. Sin embargo, el Ayuntamiento de Cuernavaca está a punto de ser acotado por la acción de sus opositores. Ni la ciudadanía, ni el Ayuntamiento, ni el cabildo, ni el PRI (el partido gobernante en la capital morelense) están estructurando la agenda pública, sino quienes fueron defenestrados en julio de 2009. Me parece que ayer avanzaron en su afán de recuperar el poder municipal y mantener la gubernatura. En política, el que gana, gana. Y la gente se va con los triunfadores.