En su afán de impulsar la unificación de Italia, Maquiavelo supuso que el país debía estar cohesionado bajo el mando de un príncipe fuerte y carente de escrúpulos morales. Lleno de contradicciones creía también en la República y la democracia, aunque por otro lado hablaba de que era urgente un estado nacional fuerte, en el cual el príncipe tendría, como medios normales para gobernar, la mentira, la traición, la ruptura de todos los tratados, emplear la fuerza, la hipocresía e inclusive el asesinato. “Puede hacerlo si es en bien de la nación. La fuerza procede del derecho y todo está permitido si los fines políticos engrandecen a la nación”, argumentaba. Para él, el hombre es desagradecido, inconstante, hipócrita, cobarde ante el peligro, ávido de ganancias y sólo responde a las necesidades del momento.
Maquiavelo quiso crear un Estado capaz de rechazar ataques extranjeros y afianzar su soberanía. Sus escritos tratan sobre los principios en los que se basa un Estado de este tipo y los medios para reforzarlos y mantenerlos. En su obra “El Príncipe” (escrita en 1513 y publicada en 1532) describe el método por el cual un gobernante puede adquirir y mantener el poder político. Un gobernante no está atado por las normas éticas: “¿Es mejor ser amado que temido, o al revés? La respuesta es que sería deseable ser ambas cosas, pero como es difícil que las dos se den al mismo tiempo, es mucho más seguro para un príncipe ser temido que ser amado, en caso de tener que renunciar a una de las dos”.
En resumen: es mejor ser amado que temido, el poder no se comparte, la fuerza es lo único que mantiene el poder, la adulación es la única forma de mantener fuera a la iglesia como fuerza o influencia en los súbditos, que son de ambas instituciones, y el fin justifica los medios. Hasta aquí las referencias al político italiano.
De todo lo antes dicho retomaré lo concerniente a que “el poder no se comparte”. Algunos políticos combinan esta frase con otras dos: “El fin justifica los medios” (también de Maquiavelo) y “el poder se ejerce, no se comparte”. Me parece que estas simples premisas de los políticos profesionales son desconocidas por Amado Orihuela Trejo, flamante presidente del Comité Directivo Estatal del Partido Revolucionario Institucional (PRI), quien ayer rindió su protesta de rigor ante la lideresa nacional priísta Beatriz Paredes Rangel. El escenario: la Plaza Emiliano Zapata en pleno centro de Cuernavaca, donde se concentró la “crema y nata” de la clase política priísta de Morelos.
Amado Orihuela Trejo concurrió con la legitimidad que le otorgó un rotundo triunfo, el pasado 7 de noviembre, sobre su principal contrincante: el también diputado local Julio Espín Navarrete, quien allá y entonces contendió acompañado por Maricela Sánchez Cortés, “ex” de muchas cosas en nuestra entidad federativa y quien, a juzgar por las apariencias, identifica mejor que Orihuela los antiguos trucos de la política, a la manera de Nicolás Maquiavelo. Ante propios y extraños la controversial fémina acaba de propinar tremendo golpe al nuevo presidente del PRI-Morelos.
No puedo considerar de otra manera la unción de Julio Espín Navarrete como presidente de la Mesa Directiva del Congreso del Estado en sustitución de Esteban Gaona Jiménez, el incauto legislador priísta a quienes sus compañeros eligieron, el 2 de septiembre pasado, para encabezar el Poder Legislativo, papel que venía desempeñando con esfuerzo, institucionalidad y sentido del deber. Empero, las negociaciones de Maricela Sánchez Cortés con Amado Orihuela Trejo, a fin de poderle levantar la mano y “reconocer” su triunfo (¿legítimo?) del pasado 7 de noviembre, tuvieron un fatal desenlace para el prestigiado galeno, a quien le dieron una patada en el trasero. “Ya no nos sirves”. Y aunque ayer trascendió que Gaona renunció a la presidencia de la Mesa Directiva, la realidad es que las circunstancias políticas lo removieron. Imaginen ustedes el nivel de su frustración y coraje.
El problema ulterior será para Amado Orihuela, quien jamás debió aceptar ningún tipo de negociación con la Dupla del Oriente, a la cual volvió a colocar, a través de Julio Espín Navarrete, en una posición envidiable: la Mesa Directiva del Congreso, desde donde buscarán posicionarse hacia la carrera por la gubernatura en el 2012. Una de las primeras decisiones de Amado (¿debió ser temido, como decía Maquiavelo?) lo colocó en un estado de fragilidad ante quienes resultaron derrotados tras una campaña en la cual el hombre de Mazatepec siempre presumió fortaleza. Hoy proyecta lo contrario: debilidad. ¿Qué se ofreció a quienes completaron 25 votos? Al tiempo y lo sabremos.