Mientras llegan nuestros anfitriones nos tomamos un cafecito que hemos acompañado con unas deliciosas galletitas de arroz y nuez. Siempre precavida, traigo un paquetito en mi mochila.
El cielo está despejado y el clima súper agradable.
Finalmente han llegado por nosotros don Eladio Rosales Pérez y la maestra Milca Reynoso García.
Juntos todos nos dirigimos al Campamento Zapata. Nos comenta don Eladio que el lugar fue refugio del General Emiliano Zapata, en la época de la Revolución, y de ahí surgió la idea de convertir el sitio en un proyecto turístico para que las personas pudieran conocer y visitar el Campamento de Zapata. Llegamos y cual gran familia todos ayudamos a acomodar el tlecuil y nos dispusimos a aprender desde el inicio cómo poner el fuego cuando se cocina en el campo.
Una vez listo, La maestra Milca Reynoso, Cocinera Tradicional de Tlaquiltenango, dio inicio a la clase: nos explica que la receta que vamos a preparar lleva chiles guajillo, mismos que hay que tostar ligeramente en el comal y luego dejarlos remojar un rato para que se ablanden.
Una vez listos los chiles, uno por uno, todos ayudamos a molerlos en el metate, una experiencia interesante y muy divertida, porque no es lo mismo ver a la maestra que hacerlo uno mismo, y ayudar en la elaboración del alimento forma parte del disfrute del paseo, del convivir alrededor del tlecuil como se hacía en otros tiempos.
Nos platica la maestra que su metate es un utensilio de experiencia, puesto que fue una herencia de la familia de don Eladio y ahora es de ella y seguramente lo heredará alguno de sus hijos.
Así, el metate, al igual que el molcajete, son utensilios indispensables de nuestra Cocina Tradicional que todos los cocineros debemos tener, y si son de herencia y con experiencia mucho mejor.
Mientras molemos y molemos, don Eladio nos narra la historia del Mole de Pobres, un platillo creación de su abuela doña Clara Vázquez Gadea, oriunda del Jilguero, nombre original del pueblo que hoy lleva el nombre de Valle del General Lorenzo Vázquez, mejor conocido como Santa Cruz.
Doña Clara era cocinera del mismísimo General Zapata cuando se resguardaba en este lugar. Nos cuenta don Eladio que en alguna ocasión llegaron visitas muy importantes a casa de su abuela, y con pena de no poder preparar un gran banquete para recibir a los recién llegados, preparó un molito con los ingredientes que tenía, chiles, aromas y con huevos de sus gallinas por qué no había más.
Humildemente lo ofreció a las visitas diciéndoles que con mucho cariño les ofrecía este molito de pobres, un platillo que por sus ingredientes nada tiene de pobre y que le mereció el premio al “Mejor Platillo con Historia” a la maestra Milca en el tercer Encuentro de Cocineras Tradicionales de Tepoztlán celebrado en marzo del 2018.
Finalmente terminamos de moler los chiles, agregamos un diente de ajo, un poco de comino, pimientas gordas y poco a poco vamos agregando los cacahuates tostados, se va agregando un poquito de agua para facilitar la molienda y que truene bien, como dice don Eladio.
La maestra nos instruye que el cacahuate, ingrediente del platillo, se cultivaba también por aquella zona del estado de Morelos, en aquel entonces había unos mezquitales, había mojarra negra copetona que podían pescar en el río Cuautla que cruza por el valle.
La cazuela ya está bien caliente, le agregamos aceite -puede ser un poco de manteca, nos explican- se agrega un trozo de cebolla y el chile molido. luego ponemos el resto de cacahuates molidos, y aquello empieza a burbujear. Se sazona con sal y agregamos los aromas, el laurel, una ramita de tornillo y mejorana. Como bien dicen, son los aromas que empiezan sutilmente a invadir el entorno… y se escucha por ahí… un… mmm… ¡huele delicioso! Después de soltar el hervor por un buen rato, se aviva el fuego para que el molito esté bien bien caliente y llega el momento más importante: agregar uno a uno los huevos criollos alrededor del mole para que no se peguen y el último al centro de la cazuela.
En tan solo unos segundos los huevitos están listos y ¡ya quedó! Es hora de empezar a echar las tortillas y nuevamente todos formaditos para aprender a echar las tortillas bajo la sombra del ciruelo y el cirián… mientras ponemos la mesa, pedimos a los niños que vayan a cortar unas florecitas para el jarrito que acondicionamos de florero.
El mobiliario que ha aportado la madre naturaleza luce hermoso con su vajilla de barro y nos disponemos a disfrutar del molito acompañado de sus frijolitos y sus tortillas recién salidas del comal.
¡Qué comida tan deliciosa en verdad! Todos nos quedamos sorprendidos ante la sencillez de ingredientes y la grandeza del sabor, es el noble arte de la cocina que se aprende con el tiempo y el día a día, además de que cada cocinera nace ya con sus habilidades en la materia.
Bien dicen que con barriga llena corazón contento y súper contentos nos dirigimos a caminar cuesta arriba para conocer el lugar exacto donde se ubicaba el campamento.
En el camino, estratégicamente colocadas, las cédulas que nos ilustran sobre la flora y fauna del lugar.
La subida es muy rápida y una vez arriba la vista del valle con las lluvias recientes hace que el campo luzca un verde hermoso. Las enormes rocas parecen haber sido colocadas de forma estratégica para ser utilizadas como miradores, ya que si bien están a la vista, desde abajo se confunden con el resto de la vegetación. Hay una roca que bien parece un sillón y don Eladio nos invita a sentarnos en el sillón de Zapata. Acto seguido no puede faltar el recuerdo digital.
De pronto, frente a nosotros un árbol que muda de piel, es el palo mulato, que al frotar su tallo desprende pedazos de su corteza. Un gran amate prieto en una zona que parece ser la favorita de las serpientes. Un cuachalalate que nos cobija con su sombra.
Llegamos frente a una formación rocosa que nos indican era el microondas de Zapata, y se aprecia como en efecto las huellas del fuego han marcado las rocas. Y una zona arbolada que cobija el área que se acondicionaba como cocina y comedor, cerca de una hondonada que en tiempos de lluvias se llena y forma un pequeño lago. Ahí mismo florecen ahora los quintoniles que hemos cosechado para la comida de mañana.
Y llegamos a la zona más alta, una formación rocosa que por momentos pareciere ser una gran escalera, sus manchas de hongos multicolores llama la atención y es en lo más alto cuando nos damos cuenta de la majestuosidad del paisaje.
Sin duda alguna es un sitio estratégico de la zona que bien supo utilizar el General para convertirlo en su campamento.
Fue una hermosa experiencia visitar el Campamento Zapata con mis buenos amigos Lienhard Herold y Chayo.
Muchas gracias a ambos por hacerlo posible.
Para visitar el Campamento Zapata pueden llamar directamente a don Eladio Rosales Pérez al celular 734 116 35 00.