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Un año sin el “Gabo”: “Yo pensé que iba para cantante”…

“Yo pensé que iba para cantante”, dice con franqueza y mirando la cámara de frente Jaime García Márquez, uno de los 10 hermanos del Premio Nobel de Literatura y de quien hoy se conmemora un año de su fallecimiento, acontecido el 17 de abril de 2014, en ciudad de México.

Mónica Maristain
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Se trata de la película Gabo, una producción internacional de Discovery,  que se estrenará este domingo 19 de abril por la televisión de paga y que constituye uno de los tantos homenajes que el entrañable autor de Cien años de soledad recibirá en este abril que multiplicará las mariposas amarillas para recordar al oriundo de Aracataca, tan querido, tan leído.

¿Cómo pudo un niño de un pueblo perdido en Colombia ganar el corazón de millones, desde los más pobres hasta los líderes políticos más poderosos y cambiar nuestra percepción de la realidad a través de sus obras?

Es la pregunta que atraviesa todo el filme del británico Justin Webster y cuya respuesta intenta encontrar el joven escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez, especie de detective parsimonioso que busca a “Gabo” en todos los rincones de su Colombia natal, para encontrarlo en el aire de tantos países que lo albergaron con orgullo y calidez.

Pero es la voz del propio autor de El coronel no tiene quien le escriba la que se levanta perenne en el inicio de la película, estremeciendo con ese tono metálico y dulce a la vez al describir el tamaño y la sustancia de sus sueños.

“Todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”, dice Gabriel García Márquez, nacido en 1927 en Aracataca.

Su vida, que parece haber sido la búsqueda y concreción de una utopía libertaria y poderosa basada en la frase “lo único que quiero es escribir y que nadie me joda”, es retratada por el biógrafo Gerald Martin, por su mejor amigo Plinio Apuleyo Mendoza, por su antigua novia, la actriz española Tachia Quintanar, por su hermana Aída, por el ex presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton.

“García Márquez es el primer clásico vivo que leí”, dice Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973), autor de El ruido de las cosas al caer.

Cien años de soledad es una de esas novelas que me convencieron de que esto era lo que yo quería hacer con mi vida”, agrega, en un relato que inicia en la infancia de Gabo, la afición a su abuelo materno, cuya muerte transformó su vida para siempre y lo llevó a experimentar, como dice Gerald Martin, “una infancia prodigiosa y a la vez sombría”.

UN BUENO PARA NADA

Exótico en la gran Bogotá, con su estampa caribeña, un hijo de la costa, vestido con ropas estrafalarias, aficionado al trago y a la noche, Gabriel García Márquez fue visto por sus compañeros de universidad en la capital colombiana “como un caso perdido”, según cuenta su mejor amigo Plinio Apuleyo Mendoza.

Había vivido nueve años en su “Macondo”, la misteriosa Aracataca que hoy lo tiene como héroe y figura máxima en su historia modesta.

“Gabito”, como todavía lo llaman sus hermanos, aprendió de su abuelo la consideración (“Me hablaba como un adulto y me contaba historias de la Guerra Civil”) y de su abuela a ser supersticioso (“Todas sus historias eran sobrenaturales”).

Era aficionado al número 13, como bien se sabe, asentado en la teoría de que la mala suerte a dicho número adjudicada, había sido impuesta por aquellos que no querían compartir la fortuna que en realidad proporcionaba.

“Yo pensé que iba para cantante”, dice su hermano Jaime. “La literatura es mi hobbie en realidad soy el rey de la cumbia”, le dijo a la reina de Suecia en 1982, cuando recibió el Premio Nobel vestido de guayabera blanca.

Había llevado a Estocolmo una delegación musical desde Colombia, encabezada por la cantante Totó La Momposina, quien contaría muchos años después: “Lo curioso fue que unos días antes de viajar y de que incluso tuviera el vestido que me iba a poner para cantar allí, soñé con ese castillo y con ese concierto”.

Sucre, en el norte caribeño, es la infancia sombría con sus padres, la casa donde había que escapar “porque todos los años nacía alguien”, dijo refiriéndose a sus 10 hermanos. Su padre, un hombre de un autoritarismo que el escritor nunca llegó a comprender, estaba empeñado en que su primogénito fuera abogado.

Y fue así como se subió a un barco que atravesó el río Magdalena y lo dejó en Bogotá, luego de una semana de fiesta y cumbia a bordo, protagonizada –como dice su hermano Jaime- “por Gabito, que era un músico nato”.

En Bogotá escribió sus primeros cuentos, publicados en El Espectador; llegó muy pobre a Cartagena de Indias, donde se hizo periodista publicando sus primeras notas en El Universal; volvió a El Espectador para saberse reportero, buscador de historias, puesto que todo lo demás –incluidas las críticas de cine que elaboraba con mano magistral– lo aburría.


La amistad con Fidel Castro fue fructífera para ambos. Foto: Discovery

“La gente compraba El Espectador sólo para leer las crónicas de García Márquez”, cuenta la veterana periodista María Jimena Bazán.

Su ambición literaria creció y lo acompañó como corresponsal en Europa, donde cumplió lo que él mismo denominaba “mi primer sueño”: “Escribir sin que nadie me jodiera”.

“Si alguna vez hice una obra maestra esa fue El coronel no tiene quien le escriba”, dice de esa obra seminal.

Una vida de periodista en Venezuela, el casamiento con su novia de la infancia en Sucre, Mercedes Barcha, el recibimiento en La Habana a Fidel Castro y su ejército revolucionario, la llegada a México con 20 dólares en el bolsillo: una vida difícil pero rica en experiencias, donde abandona la bohemia para dedicarse a ser un hombre de familia.

Un viaje a Acapulco, cuando era un exitoso empleado de la publicidad, resulta decisivo: o escribirá literatura o no hará nada.

Se dedica a la escritura de Cien años de soledad, mientras Mercedes convence al casero de que pagará la renta cuando se publique el libro.

“Voy a escribir una novela peligrosa, llena de cosas mágicas, voy a contar las cosas como me las contaba mi abuela”, le dijo a su amigo Plinio.

“Él era un genio. Y con un genio tú puedes crear un Partido político o hacer una revolución y yo opté por la revolución. Gracias a García Márquez hice una revolución editorial”, dice la mítica agente literaria Carmen Balcells.

El resto es la historia conocida: su defensa del periodismo narrativo, la fundación del realismo mágico y su gran poder político (incluida la cercana amistad que lo unió al líder cubano Fidel Castro) que como decía el periodista colombiano Darío Arizmendi, autor del reciente libro Gabo no contado, lo encontró muchas veces en medio de situaciones que podrían haber definido de otro modo el futuro del mundo, allí, en la mesa grande de las decisiones políticas más importantes para Latinoamérica.

“Tenía influencia en Cuba con los hermanos Castro, con el Ejército de Liberación Nacional, algunos narcotraficantes y paramilitares le tenían simpatía porque Gabo estaba en contra de la extradición. “La extradición es como que yo mande a mi hijo a que lo castigue la vecina por algo que hizo mal. Tienen que pagar en casa”, decía. Gracias a esas posturas, a sus escritos y a su honestidad, a su deseo de buena voluntad de que haya un acuerdo de paz, lo que sin duda resultó una de sus grandes decepciones.

Casi nunca los intentos que hizo en pos de acercar a las partes y producir un diálogo entre la guerrilla y el Gobierno de Colombia –Caracas, Tlaxcala y otros-, pues no funcionaron. Cuando asumió Juan Manuel Santos y se supo que había acciones exploratorias, contactos en serio para dialogar, eso lo debe de haber reconfortado mucho. En la medida, claro, de la comprensión mermada de las cosas que llegó a tener en los últimos meses de su vida, cuando experimentaba muchos vacíos y grandes pérdidas de memoria, lo cual es natural teniendo en cuenta su edad avanzada”, dijo Arizmendi a SinEmbargo.

En Gabo, la película, un emocionado Bill Clinton cuenta cómo estuvo a punto de conseguirse el desbloqueo a Cuba gracias a las incansables gestiones del también autor deEl amor en los tiempos del cólera.

“Él me dijo que para que Castro firmara el acuerdo sólo tenía dos condiciones: que se respetara la educación gratuita y universal en la isla y que se conservara el sistema médico cubano. No era nada difícil, porque con esas cosas yo también estaba de acuerdo”, dice el ex mandatario estadounidense.

“Si las cosas hubieran sido distintas ahora estaríamos contando cómo Clinton y García Márquez lograron el desbloqueo a Cuba, No sucedió, pero estuvo bastante cerca, gracias a la gestiones de Gabo”, comenta el periodista californiano Jon Lee Anderson.

Su corazón de niño que renació cuando ganó el Nobel, su corazón de niño que se expresó en la ancianidad, cuando el gran amante de la memoria perdió la memoria pero, como bien dice Jon Lee, “nunca la ternura, nunca la afectividad”.

Hombre exótico, bueno, tímido y tierno, estaba convencido de que todas sus novelas eran de amor y nunca se mostró dispuesto a aceptar la muerte. “Es injusta”, decía. Y tenía razón.

GARCÍA MÁRQUEZ, UN VIDA, UN LEGADO

Desde Tijuana hasta Panamá, lectores y libreros homenajearán a Gabo durante el mes de abril, en el que se cumple su primer aniversario luctuoso, de acuerdo a una ambiciosa iniciativa planeada desde el departamento de marketing, dirigido por la periodista Myriam Vidriales, la editorial Planeta, que maneja la obra íntegra del Premio Nobel colombiano.

En la iniciativa participan 180 librerías en ocho países y constituye el más grande homenaje de todos los que se llevan a cabo en el continente para honrar la memoria de uno de sus escritores más ilustres.

Desde el 13 de abril, más de 180 librerías que se extienden en México, desde Baja California hasta Yucatán y en Centroamérica pasando por Costa Rica, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá, tienen un memorial dedicado a García Márquez.

En dichos recintos, los lectores pueden escribir en mariposas amarillas adheribles, mensajes y reflexiones sobre Gabo.

Quienes deseen dejar su nombre y correo electrónico escritos en las mariposas, podrán participar en el sorteo de una colección de la obra del Nobel colombiano que cada cadena realizará entre sus clientes el 25 de abril.

En total se sortearán 31 colecciones, con un valor cada una de 6,500 pesos mexicanos cada una.

Actividades

Lectura de la obra 12 cuentos peregrinos y talleres alusivos al escritor colombiano.

23 de abril – UNAM. Fiesta del Libro y la Rosa. Sala Nezahualcóyotl. 18:00 horas.

Mesa de diálogo: Gabriel García Márquez. Una vida, un legado. Participan: Rosa Beltrán, Élmer Mendoza, Benito Taibo y Xavier Velasco.

24 de abril – Colegio Civil de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Monterrey. 19:00 horas.

Mesa de diálogo: Gabriel García Márquez. Una vida, un legado. Participan: Élmer Mendoza, Benito Taibo y Xavier Velasco.

25 de abril – Plaza de la liberación. Evento organizado con la Secretaría de Cultura de Jalisco. Guadalajara. 18:00 horas.

Mesa de diálogo: Gabriel García Márquez. Una vida, un legado. Participan: Élmer Mendoza, Benito Taibo y Xavier Velasco

26 de abril – Instituto Nacional de Bellas Artes, explanada lateral del Palacio.

Memorial abierto al público, a partir de las 14:00 horas. 16:00 lectura de atril con Luis Felipe Tovar y Julieta Egurrola. Sorteo de colección al final entre quienes hayan puesto mariposas en el memorial.

Vía | SinEmbargo

 

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